Mi Adorable Ex-mujer
Autor: N. CALVO
GéneroRomance
Mi Adorable Ex-mujer
Al darse cuenta de que no debería haber dicho eso, Jeremy inmediatamente bajó la mano, sin embargo, ya le había dejado dos contusiones en el cuello a Sherry con la fuerza de su mano.
Ella abrió la boca pero no le dijo nada, solo lo miró fijamente con los ojos brillantes y se rio.
Él tenía derecho a divertirse con otras mujeres, en cambio ella, que solo había ido a un bar a tomar un trago y a divertirse con los camareros para relajarse, según Jeremy, significaba ponerle los cuernos.
¡Menuda ridiculez!
Por otro lado, él nunca había visto esa faceta de Sherry.
En los tres años de matrimonio, ella siempre había permanecido a su lado sin quejarse ni dudar, tan obediente como una muñeca sin vida.
Sin embargo, en ese momento, al ver su aspecto animado y feroz, sintió que estaba a punto de perderla.
"Sherry, tú...", balbuceó Jeremy sosteniendo su muñeca delgada, sin saber qué decir.
Por otro lado, la mujer dejó de reír, sus ojos se volvieron fríos y le dijo: "¿Yo? ¿Acaso te estoy ocasionando problemas a propósito?
Jeremy, no quiero tener que aguantarte nunca más. Ya no siento nada por ti. Si lo necesitas, puedes salir y tener sexo con otras mujeres. No me importa para nada. O si prefieres, incluso puedes pasar la noche con ellas".
Su tono era muy tranquilo, pero sin duda era el daño más directo que se le podía hacer a un hombre.
"¿Qué? Muy bien, Sherry, lograste enfurecerme", le dijo Jeremy y, después de mirarla por mucho tiempo, se vistió y se fue dando un portazo.
La habitación volvió a quedarse inmediatamente en silencio. Lo único que Sherry podía oír fue el eco del portazo que resonaba en el chalet. Luego, sacó el botiquín y se aplicó una pomada en el hematoma del cuello sin ninguna expresión.
Eso no significaba que no le doliera, solo que ya estaba acostumbrada.
Al día siguiente, Sherry se levantó al mediodía, pues se sentía muy descompuesta por culpa del alcohol. Después de bañarse, se obligó a espabilarse para preparar el almuerzo. Cuando estaba a punto de entrar a la cocina, recordó repentinamente que Jeremy se había ido enojado la noche anterior y que todavía no regresó, a pesar de que solía volver a cambiarse de ropa por la mañana.
"Ding dong". Justo en ese momento, alguien tocó el timbre.
Sherry se apresuró a abrir la puerta y vio a Jeffery parado afuera, sudando, con una bicicleta a su lado.
"¿Qué haces aquí?", le preguntó la mujer, pues nunca se hubiese imaginado que pudiera ser Jeffery. Ella se quedó aturdida por un momento antes de volver en sí y le dijo: "Entra y descansa un poco, que hace demasiado calor afuera".
El muchacho asintió y dejó a un lado la bicicleta. Después, siguió a Sherry al interior de la casa.
Pero, cuando vio la magnífica decoración y las antigüedades que estaban por todas partes, este se sintió avergonzado. "Sherry, vine a traerte tu carnet de identidad", le dijo él sacando una pequeña caja muy bien envuelta de su mochila y se la dio a Sherry.
Al abrirla, la mujer vio que su carnet de identidad estaba dentro, junto a él, un reloj de marca Vacheron Constantin y dos tarjetas de crédito.
"¡Muchas gracias! Si no fuera por ti, aún no me habría dado cuenta de que no tenía mi carnet", le agradeció ella sinceramente y dejó la caja en la mesita de café.
Al ver que Jeffery estaba sudando, se levantó rápidamente para prepararle un té.
Sherry no se había recuperado totalmente de la resaca y todavía sentía las piernas flácidas cuando caminaba. Al salir de la cocina con la tetera, se mareó y se cayó hacia adelante.
"¡Ay!", gritó ella, aunque se veía calmada ante tal situación, considerando que la mitad del té se derramó sobre sus pies.
El dolor punzante le hizo pensar que la piel se le estaba despegando.
Cuando Jeffery escuchó el grito, corrió inmediatamente hacia ella.
Al ver la tetera rota y los pies de Sherry rojos, frunció el ceño inmediatamente.
"¿Por qué eres tan descuidada? Pon agua fría en la zona quemada, rápido", le dijo él tan nervioso que incluso olvidó la vergüenza.
Su mirada preocupada y su tono angustiado se parecían aún más a Jeremy.
Sentía un dolor ardiente en su empeine, pero ella estaba desconcertada por la atención que el invitado le entregaba.
Recién cuando sintió algo frío en los pies volvió a reaccionar. Jeffery había llenado una jofaina con agua fría y le estaba dando suaves palmaditas en la zona quemada.
"No... No te preocupes, puedo hacerlo yo misma", le dijo Sherry, quien nunca antes había tenido ese tipo de contacto con otro hombre y estaba tan nerviosa que quería retirar el pie.
"Sherry, solo te estoy ayudando a enfriar la herida o te saldrá una ampolla", le dijo Jeffery sumergiendo su pie en agua fría y luego ayudándola a sentarse en el sofá.
Después, encontró la pomada para las quemaduras que ella le había indicado y se la aplicó despacio con un hisopo.
La luz del sol brillaba a través de la ventana e iluminaba el rostro del muchacho, quien, en ese momento, tenía una mirada muy seria.
Al ver las largas pestañas de Jeffery y la sombra que se proyectaba en sus párpados, la muchacha recordó su infancia, lo cual la perturbó repentinamente.
En aquel entonces, Jeremy la cuidaba de la misma manera.
Justo en ese momento, la puerta produjo un pequeño ruido. Aparentemente, alguien estaba tratando de abrirla con una llave. Al escuchar eso, Sherry rápidamente miró en dirección a la puerta, la cual se abrió. Jeremy llevaba puesto un traje negro y apareció en la puerta.
Según lo que él podía ver, su esposa estaba sentada en el sofá, con la mitad de sus hermosas piernas expuestas.
Frente a ella, Jeffery estaba en cuclillas, con la mano apoyada en su pierna.