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El secreto de la luna

El secreto de la luna

Autor: Lacie M.
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Capítulo 1 Promesa

Palabras:1134    |    Actualizado en: 07/03/2024

n indudablemente un sentimiento en tu pecho cada que los llegas a r

guntó suavemente, una niña de unos 8 años, grandes ojos verdes y cabello castaño hasta la barbilla, que era

nción, se encontraba disfrutando del aire de la mañana pensando

o entenderás mejor cuando seas mayor.— Respondía suavemente una mujer entre los sesenta y

es de sonreír, mostrando los huecos entre sus dientes, tí

a? — Ofreció la mujer sonriendo también mientras a

re todo, cuando sabemos que nos acercamos al final del camino y debemos despedirnos

n negro, de amplios ventanales, que nos muestra las mejoras que se hicieron con el paso de los años. Se hallaban un hombre de aparentes treinta años, y una mujer

de tazas humeantes, el aroma a té verde con fresas llenaba el ambiente. El hombre perma

y hierb

ás seg

levó el viento; aun así, llegó a los odios de su receptor, la cual lentamente m

estado tan segu

eara, fijando su mirada en la anciana a su lado, soltando un suave suspiro, en el cual se liberaban

tó y en definitiva no estoy lista para irme. Antes que digas algo… Sé que tengo poco tiempo creo, since

ivaz, lanzando una mirada de soslayo a su contrario. El hombre solamente pudo menear la

r ellos, pero está bien. Te

liberar una suave risa. Manteniendo su mirada fija en dirección hacia el bos

parte del mismo clan, tú mejo

n lentitud y estirándose en el acto con expresión cansada en su rostro,

tiva, mientras la simple vida humana es solo un suspiro. Pero para nosotros, no somos nada ante la inmensidad del mundo y la naturaleza. Nuestra existencia se puede apagar en

e estaban a su alcance. Poco después el hombre la imito, suspirando nuevamente

años y no cambias… Sigues si

sonreía ligeramente, como una broma vieja entre conocidos. Con un ligero paso el

ses des

y en otros casos causan un dolor tan profundo que sientes que te parten el alma.

za. Ahogando también el llanto de una joven mujer que se aferraba a una manta color roja, sentada en el porche de la ún

, vigilando a la jovencita desde la distancia, a pesar de que su corazón le gritaba que

ndo de esto.» Pensó el misterioso ser, cerrando los ojos para

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