La esposa despreciada del rey malvado
ón del rey Alaric mientras él dormía, llevándose consigo el peso de una decisión que temía enfrentar. La noche compartida con el rey Alaric, en medio de su locura, había tejido
a elección que la consumía. Las criadas, atentas a cada cambio en la reina, notaban algo inexplicado en su semblante. Arabell
alearse. El susurro de las doncellas se intensificó, y en un instante de debilidad, la reina se desmayó. La noticia se propag
ntes, mi reina? —preguntó el méd
respondió co
ba su examen, las criadas intercambiab
o es eso posible? —susurró una
ó de lado y se
vida creciendo en el
que siguió fue interrumpido por un susurro colectivo que llenó la estancia, un susurro qu
as alcanzaron los oídos del rey Alaric, un torrente de confusión y furia se desató en su interior. El rey, en medio de su loc
e sus sirvientes personales—. Esto complica mucho todo… ¿no l
ric frunci
ómo puede ser
dejó en una situación de desconcierto, y la men
se acercó al rey c
ue no recuerde los even
lió al hombre, sinti
a acusarme de tal traición?
ric, envuelto en la bruma de su propia confusión y enojo,
no estamos
mó iracundo—. Debo enfrentar esta situación, y
, cargadas de indignación hacia la mujer q
an a la reina Arabella en sus propias habitaciones. Las llaves cruj
órdenes del r
unstancias, sin entender del todo cómo había llegado a este punto. Su silencio, ahora m
l rey Alaric. Su mirada, una mezcla de enojo y desconcierto, se pos
lla. ¿Cómo te atreves a t
aminó con paso
ue yo no. Y ahora, la noticia de tu
por favor
egado a esto. No te hagas la inocente. Quiero
edio de la desconfianza, el rey y la reina se enfrentaban, cada uno aferrándose a su propia vers
. Los rumores son falsos, no he
s palabras como verdad. ¿Cómo pu
volvía loco. ¿No lo recuerda? —preguntó Arab
diciendo esto para proteg
arme por un engaño que ni tú n
ueta de las torres se recortaba contra el cielo encendido, pero el brillo de antaño parecía desvanecerse con cada atardece
za de que Arabella le había sido infiel, aunque ella afirmaba lo contrario, carcomía su alma. La desconfianza había sembrad
movía sigilosamente por los pasillos del castillo. La intención de abortar el hijo de Arabella pesaba como un
anto, dentro de las habitaciones de Arabella, la reina estaba sumida en un sueño tranquilo, ajena al peligro que se a
itó al percatar
¿Quién e
xtendió como una llama voraz, consumiendo la tranquilidad que quedaba en Darkhaven. Los guardias, alertados por la emergencia,