La pasante del CEO
a Le
menté mil veces ser tan indecisa. Cada vez que recordaba su sonrisa pícara, el toque de sus dedos en mi piel, su voz, me erizaba de pies a cabeza, había algo en él que me inspiraba con
.
o creo que estuvieran enamorados el uno del otro, mi madre era un ser incapaz de amar, eso no era lo que ella buscaba en los hombres. A es
d y largarme de mi casa finalmente, no soportaba la situación de mi madre y sus parejas. Cuando por fin ll
os comenzaban a formarse, su turgencia me fascinaba, al fin podía llenar un sostén sin necesidad de rellenarlos con medias
decían groserías, yo sabía que eran personas despreciables y asquerosas y no sé por qué esp
aban sus paredes. Me fui a estudiar literatura inglesa, era algo que me fascinaba, las personas de esa época, la gal
la materia, me la bebía, no me costaba ningún trabajo estudiar, al con
os mensajes de texto y debido a mi timidez, no me relacioné mucho, o, a decir verdad, casi nada, con los muchachos de la uni
rrera hasta una noche en la que me prometí a mí misma salir de mi burbuja y conocer más personas, socializar más, llevaba cuatro años en esa universidad y
a presentarme a sus amistades, que, por cierto, eran bastantes, uno de los chicos se acercó a mí y, s
orma. ¿Te apetece un trago? -al escucharlo me quedé atónita, nunca pensé que algún chico podría f
scuros, cualquiera se podía perder en ellos, tampoco pude dejar de notar sus ma
ejarme escapatoria. Tomó un mechón de cabello que tenía en el rostro y me lo colocó detrás de la oreja y su mano sigui
te, mi cerebro comenzó a trabajar de la forma más rápida que conocía ¿qué hago ahora? ¿
más divertida, no quería ser conocida en la uni como la típica chica oruga que solo mira los libros. A este chico ni lo conocía, pero,
el beso era bastante fuerte, era un contraste fascinante. A medida que continuaba el beso sentía su mano caer por mi espalda hasta mis trasero, lo apretó con fuerza a l
taba segura que se habían matizado de un color rojo similar al de mis labios (si es que después de ese beso me quedó algo del pintalabios) pero lo que más me avergonzaba era que en mi
n como lo hace un cazador a su presa, sentía que podían salir chispas de fuego en cualquier momento y una vez más me asusté, lo aparté con los b
, pero es que yo no sabía nada, absolutamente nada del arte de flirteo, mi madre nunca me habló
que me fijé la meta de salir más con Sari y sus amigas, s
do, siempre dijo mi mamá que era mejor y resulta ser que le voy a tener que dar la razón. Esa mezcla