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Paola Fischer había llegado temprano a casa aquel día, algo que no era habitual. Era una tarde cálida, de esas en las que el sol se filtraba por las ventanas y daba al ambiente un toque dorado, casi mágico. Aquel brillo especial hacía que la casa pareciera más tranquila, más segura. Como si nada pudiera romper la paz de ese hogar, un espacio que ella y Lucas habían construido juntos durante los últimos tres años.
Subió las escaleras con una ligera sonrisa en el rostro, imaginando que sorprendería a Lucas trabajando en su despacho o preparándose para alguna reunión de última hora. Paola amaba esos pequeños momentos de complicidad y sorpresas entre ellos. Sin embargo, mientras se acercaba a la habitación, una extraña sensación comenzó a instalarse en su pecho, como un leve presagio que no lograba identificar del todo.
Al abrir la puerta, aquella sensación se transformó en algo que jamás había sentido. El aire en la habitación estaba cargado, y lo primero que vio fue a Lucas, quien la miró desde la cama al escuchar el ruido de la puerta abrirse, paralizado, con el rostro lleno de sorpresa. A su lado, enredada entre las sábanas, estaba Rose Evans, su secretaria, cuya mirada reflejaba burla y desafío.
Paola sintió que el mundo se desmoronaba bajo sus pies. Aquel lugar, que había sido su refugio, ahora se volvía en su contra, transformándose en una prisión que le recordaba la peor traición. No había gritos ni palabras; el silencio era desgarrador, más ruidoso que cualquier reclamo que pudiera hacer.
Paola sentía un frío inexplicable en su cuerpo mientras miraba a Lucas y a Rose, todavía enredados entre las sábanas de la cama matrimonial. El silencio de la habitación era denso, tanto que le pesaba en el pecho. Durante largos segundos, no encontró palabras, pero finalmente, con una voz que intentaba no quebrarse, soltó la pregunta que martillaba su mente.
-Lucas... ¿por qué?
Lucas suspiró y giró los ojos, casi como si la respuesta fuera evidente, como si su pregunta le pareciera una molestia. Se enderezó lentamente, lanzándole una mirada cargada de desdén.
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