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Amor Y Prejuicio

Amor Y Prejuicio

Gema T. Dark

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Capítulo

El amor no es siempre color de rosas como todo el mundo lo pinta, no es siempre un romance que tarda años en añejar hasta que se vuelve más puro que cualquier cosa que puedas imaginar; ese no fue mi caso, mi caso es cualquier cosa menos romántico o convencional, tal vez a ustedes les desagrade o simplemente me tachen de exagerado, no pretendo agradarles, solo quiero contar cómo conocí al amor de mi vida, un hombre que me doblaba la edad, pero cuyos besos me enloquecieron, y me hicieron actuar de forma totalmente compleja, les invito a escuchar a detalles lo que sucedió, solo tengan en mente que, como ya dije, el amor no siempre es color de rosa, mucho menos cuando se trata de una relación como la que tenemos Robert y yo.

Capítulo 1 - Prólogo -

— Actúas como un niño Taylor — dijo él con tono serio mientras abotonaba su camisa, sin tomar en cuenta los problemas que seguramente me traería aquella aventurilla descuidada que tuve con aquel hombre que me doblaba la edad, pero cuyos besos y caricias apasionadas atrofiaron mi sentido común.

Le miré con indiferencia sentado al borde de la cama, luego del sexo mis pensamientos eran confusos, la mayoría de arrepentimiento, seguía si entender lo que estaba haciendo, aquel inglés solo llevaba mes y medio conociéndome y ya me había hecho cometer todo tipo de locuras que jamás en mi vida me habría imaginado, no en mi sano juicio al menos.

Suspiré pesadamente para levantarme de la cama en dirección a la ducha, pude oír sus pesados pasos seguírme, pero fueron frenados por el portazo que dí contra su cara, él me llamaba idiota e infantil mientras tocaba la puerta con algo de fuerza, mientras yo solo me disponía a quitarme la poca ropa que me quedaba para eliminar de mi cuerpo los rastros de aquel acto lujurioso del que me había hecho adicto.

Mis emociones estaban divididas, no lograba poner orden en lo que sentían mi corazón, mi cerebro, y mi líbido, es complejo cuando la razón, la lujuria y el amor tienen intereses distintos y batallan por obtener la victoria sobre los demás; siempre me he considerado alguien "independiente", pero justo cuando se me presentaba la posibilidad de independizarme complétamente, llega ese pensamiento de "el deber del buen hijo" que nunca tuve en mi miserable vida, pero que ahora llega a estropear mi salud mental.

Luego de una larga ducha salí del baño y encontré la habitación vacía, la colonia de Robert aún impregnaba aquel cuarto de hotel, una nota de su puño y letra decoraba la mesa de noche, leérla alteró mis nervios, y me hizo jadear de frustración.

Me vestí y salí de aquel lugar lo más rápido posible, no quería que alguien me viera allí y se armara una cadena de rumores maliciosos por parte de personas con intenciones nada amigables. Pedí un taxi no tan lejos del hotel y me fui hasta mi hogar (si así puedo llamarle), con la mirada perdida solo podía pensar en él, en sus besos, sus suaves caricias, como su hermosa mirada celeste me metió en tantos embrollos, como me reprochaba mi inseguridad respecto a su propuesta, en el fondo yo también estaba dudoso de porqué no accedía, tenía excusas suficientes para hacer mis maletas e irme, la empresa de mi familia estaba más que establecida, dime Taylor, ¿por qué, si jamás te interesó esa empresa, te empeñas en aferrarte a la familia que poco o nada le importas?, ah cierto, eres estúpido, te aterra el compromiso, y desde luego, temes no ser suficiente para Robert, debí suponer que todo ésto se trataba de cobardía, no de deber de buen hijo.

Bajé de prisa de aquel taxi, la suave lluvia mojaba mi cabello disfrazando perfectamente la reciente ducha que tomé, la cual era el indicio más difícil de ocultar de que había tenido una cita "romántica" con alguien. Al pasar por la gran puerta de madera, se encontraba mi padre ordenando a la servidumbre que organizara la casa por completo, mi hermano como siempre, bebía mientras leía la sección de finanzas en su periódico, como si leér más sobre economía le fuera a servír de algo para cumplír su cometido, el cual era quedarse con mi parte de la empresa, la parte que más odiaba de declinar mis derechos era esa, darle a ese lame botas infelíz lo que tanto añoraba, ¿pero qué remedio? de los tres hijos el único que parecía "interesado" en la empresa de nuestro padre era él, y eso solamente porque mi padre es machista, y le salió el tiro por la culata.

— ¡¿Se puede saber dónde demónios estabas?! — Gritó él como era de esperarse, mientras me dedicaba una mirada severa de enojo, a la cual correspondí con un semblante indiferente y ambas manos en mis bolsillos, de sus hijos yo siempre fui el menos apreciado, el típico "te cuido por obligación" aunque he de admitír, para ser mi padre, aquel sujeto no me agrada en absoluto.

— Estaba en la universidad ¿lo olvidas?, te dije que me quedaría hasta tarde — Respondí caminando hacía el sofá de lo más calmado, él me miraba seriamente con odio apretando sus puños con impotencia, de haber sido cualquier otro día seguro me estampa una bofetada por insolente, pero ese día no podía, era muy importante, no podía perder la compostura (según él).

— ¡¿Acaso se te olvida que hoy el señor Dawson vendrá a sellar el tratado de exportación con nuestra empresa?!, es sumamente importante la presencia de toda la familia, sobre todo tú que eres uno de los herederos de las industrias Atwood.

— ¿Seguro que aún quieres que Taylor forme parte de la empresa papá?, digo... solo míralo, ¿qué sabe él de negocios? — Habló el monigote de Roger mientras agitaba su escosés y me miraba de manera incrédula, yo le correspondí con una filosa expresión de seriedad, preferí abstenerme de responder, no valía la pena gastar saliva con él, era como hablar con las aves sin cerebro que acicalan alegremente el sucio lomo de un elefante, alimentándose solamente de la mugre que éstos transpiran.

— El punto no es ese Roger, tú sólo no puedes administrar la empresa, aunque tu hermano sea un incompetente, debe adquirír la parte que le corresponde, sino ¿quién más se hará cargo? — Habló él desbordante de cinismo, tratando de sonar como un martir; Efectivamente, la empresa familiar era mucho trabajo para uno solo, pero la cuestión es, que éramos tres, Roger lame botas, su servidor, y nuestra hermana Raquel, de los tres ella era la más centrada y, honestamente, la más hábil e inteligente, siendo ella la hermana del medio, era la más apta para el puesto de heredera de las acciones, ¿qué pasó entonces?, muy sencillo, mi padre es un cerdo machista, lo ha sido siempre, para él era inpensable que una mujer tuviéra un cargo administrativo, fuera tanto en una empresa como en una tienda de agujas, "administrar la empresa familiar es cosa de hombres Raquel, tus hermanos son más inteligentes y audaces para los negocios, son los indicados para el puesto" dijo el viejo en repetidas ocasiones con orgullo, como si fuera un honor ser machista en pleno siglo 21, lo que más gracia me causa es que sus "muchachos" son los menos capaces para dicho puesto, mi hermanito Roger despirfarra en alcohol y fiestas cada que puede, no tiene ni idea de lo que son acuerdos de exportación, y yo jajaj, soy el mayor karma que pudo tocarle a ese anciano andrajoso.

Trataba de ignorarles consumido por mis pensamientos, cuando de repente escuché la voz de la esposa del viejo, una rubia alta y de ojos azules muy encantadora, ojalá su genio fuese igual que su belleza.

— ¿Taylor?, creí que te quedarías en la universidad ésta noche — Dijo ella con algo de desprecio, era ya costumbre suya al hablar conmigo, yo lo dejaba pasar, desde siempre me hablaba así, para su mala suerte a medida que fui creciendo, menos respeto sentía por aquella mujer.

— Ojalá hubiéra sido así Marcela, pero lamentablemente no me dejaron quedarme, y yo que no quería tener que verles la cara a tí y a tu marido hoy — Le respondí de la forma más incrédula que pude, ella solo me miraba con odio profundo mientras rodeaba el brazo del viejo con los suyos y pegaba sus pechos de silicona contra él.

Ántes de que lo duden, no, Marcela no es mi madre, mi único parentesco sanguíneo con ésta familia es a causa del viejo, quien tuvo un amorío con su secretaria y fruto de aquel amorío nací yo, quizá sea por eso que ella me odia, o porque le comenté al viejo sobre aquel dichoso viaje al que ella había ido con sus "amigas" a acapulco hace un año, ¿quién sabe?, odiarme es muy fácil chicos, yo mismo lo hago siempre.

— ¡Dejen ya de discutír!, el señor Dawson llegará en cualquier momento y debemos de comportarnos a la altura! — Exclamó el viejo golpeando sus palmas, rodé mis ojos ante su desesperada búsqueda por obtenér más papel moneda, su empresa era lo suficientemente gratificante, ¿porqué razón quieres más?, no es como que tenga tantos hijos a los que deba alimentar, éramos tres de los cuales una tuvo que independizarse a la fuerza, otro el cual era la sanguijuela de papi, y el último que fácilmente no formaría parte del testamento familiar, seguramente por ser el hijo ilegítimo producto de un engaño a su esposa, por ser un desobediente insolente que ni loco iba a ser el monigote de su padre, o quizás por sus gustos "específicos" que le darían justo en el orgullo a aquel anciano machista.

Todos jadearon al ver aquel auto negro estacionarse frente a la casa, al verle, yo solo bajé la mirada mientras un leve rubor se posaba en mis mejillas, mi respiración inconscientemente se agitó, tks, siempre odié el poder innato de ese sujeto para ponerme de esta forma, como su simple presencia ya me volvía loco, y su mirada me hacía perdér la compostura.

La servidumbre le dejó entrar, alto, bién parecido, cabello negro y abundante que le llegaba hasta los hombros, sus ojos azules me ignoraban, cosa que me dolía en lo más profundo de mi ser, amaba aquellos ojos celestes, y que éstos no me buscasen en ningun momento dejaba más que claro el mensaje que él quería darme.

— Es un placer tenerlo acá con nosotros señor Dawson — Comentó el viejo estrechando su mano, la hipocresía se resaltaba en su cara, Robert lo sabía, gracias a mí conocía las intenciones del viejo, pero quería castigarme, ver hasta dónde era capáz de llegar mi cobardía.

Roger le ofreció un trago mientras tomaba asiento en los muebles del salón, yo trataba de permanecér firme, aunque el rubór en mis mejillas era una molestia, cada que oía su voz mi piél se erizaba, aquella voz gruesa y dominante que en tan solo una semana logró tenerme complétamente a sus piés.

— ¿Y ya pensó en el trato que le hemos ofrecido señor Dawson?

— Así es Albert, he estudiado a fondo la posibilidad de aliarnos, me topé tanto con pros como con contras en dicha oferta, y la verdad sigo indeciso — Hablaba él con aquella elegancia tan suya, cruzé las piernas mientras miraba a otro lado para disimular el gran sonrojo que me causaba su voz — No me malinterprete, soy alguien que sabe cuándo hacer negocios y cuando no, pero ahora me encuentro en una situación algo compleja. Como podrá entender, desconozco la forma en la que proceden acá en norteamérica, por ello solicité la asesoría de alguien de mucha estima para mí, quedó en darme respuesta hoy, pero aún no me ha llamado, cosa que me tiene muy impaciente — Comentó serenamente dando un sorbo a su bebida, yo tragué en seco ante sus palabras, era increíble como una bomba como esa él la podía hacer sonar como la cosa más inofensiva de todas, mientras yo me quebraba por dentro, él lucía de lo más indiferente del mundo, es un desgraciado.

— No le entiendo, ¿pidió la opinión de un asesor? — Preguntó el viejo estupefacto, no creía lo que el inglés le decía.

— No cualquier asesor señor, verá, mi pareja actual conoce ampliamente el tema, y gracias a su ayuda entendí perfectamente sus métodos de comercio.

— ¡Jajaja! con todo respeto señor, pero si fue una mujer quien le asesoró ha perdido usted su tiempo, las mujeres no saben de negocios — Afirmó el viejo con una ácida sonrisa, yo me levanté de golpe del asiento y caminé en dirección a la cocina, nadie pareció inmutarse por ello, la revelación de Robert era más importante que mi presencia allí, aunque lo que estaba por decír iba a cambiar dicho estatus en cuestión de segundos.

— Se equivoca usted señor. En primera, una mujer puede llegar a ser más intuitiva para los negocios que los hombres, nosotros actuamos cegados por el orgullo, ellas actúan con la cabeza fría. Y en segunda, me temo que comete usted un errór, mi pareja no es una mujer... es más hombre que usted y que su hijo, me atrevo a decír — Pude oír como el viejo se levantó de su asiento y azotó su vaso contra el suelo indignado, si yo ántes adoraba a Robert, ahora estaba locamente enamorado de él.

— ¡¡¡¿Cómo se atreve usted a venir a mi casa a ofenderme de esta forma?!!!

— En ningun momento le he ofendido señor, solo estoy siendo franco con usted. Es una pena que mi forma de pensar ofenda su débil hombría — Habló delicadamente Robert levantándose de su asiento y acomodando su traje, mi cuerpo entero empezó a temblar al oír como su gruesa voz pronunció mi nombre entre tanto alboroto — ¡Taylor, ya ha sido suficiente! — Casi en modo automático, empezé a caminar hacía él con un gran rubor en mis mejillas, Robert me tomó de las caderas y me dió un hambriento beso frente a toda mi familia, cosa que me dejó perplejo, pero que inmediatamente me hizo cambiar de parecer respecto a su propuesta.

El viejo y Roger quedaron estupefactos ante aquel acto por parte de Robert, la tensión presente se podía cortar con un cuchillo, pero fue la voz de mis preciosos ojos celestes lo que acabó con el tormentoso silencio que llenaba aquella habitación.

— Lamento informarle señor Atwood, que su forma tan bipolar de hacer negocios y su personalidad como tal me han hecho cambiar de parecer respecto a nuestra sociedad, no estoy interesado en invertír, lamento haberle hecho perdér su tiempo — Dijo de forma elegante, apenas y movió el cuello mientras entonaba dicha oración, su mano apretaba mi cadera y apegaba mi cuerpo al suyo, mientras que yo solo me limitaba a mirar el suelo con un enorme rubór en mis mejillas, el fuerte palpitar del corazón de Robert me relajaba un poco, pero sentír la mirada de odio del viejo sobre mis hombros me inquietaba demasiado.

— ¡¿Qué significa ésto?! — Exclamó el viejo mientras se nos acercaba y me tomaba del brazo con fuerza, ya estaba acostumbrado a sus miradas de odio, pero esa fue distinta, por primera vez, parecía totalmente decidido a matarme.

Una fuerte bofetada en mi mejilla me dejó más imbécil de lo que ya era de por sí, solo pude ver la enorme sombra del cuerpo de Robert dirigírse de manera amenazante hacía el viejo, quien solamente se hacía para atrás como el cobarde asqueroso que es, su mujercita gritó desde el otro lado del salón que llamaría a la policía, yo frené a Robert antes de que pudiéra hacerle algo a aquel que en algun momento tuve que llamar "mi padre", no saben cuánto me arrepiento de no haberlo dejado que le diéra una lección a ese viejo de mierda, sobre todo por todas las cosas que nos ha hecho en el presente, bien dicen que los errores de hoy serán los dolores del mañana.

— Olvídalo amor... no te ensucies las manos con tan poca cosa — Dije viendo al viejo con desprecio, recibiendo a cambio una mirada de odio asesino, Robert le devolvió dicha mirada y sacudiendo su traje me tomó de las caderas para salír del lugar, escuchando detrás nuestro el alboroto que el viejo estaba causando, juraría que sufrió un infarto como mínimo aquella noche.

La servidumbre nos dejó salír y subimos al auto negro de Robert para irnos finalmente de allí, ni siquiera las maletas hice, siempre supe que tarde o temprano el viejo me correría o que yo me iría harto de él y su familia, pero nunca imaginé que sucedería bajo unas circunstancias como éstas.

— ¿Estás bién amor? — Preguntó suavemente Robert mientras conducía tratando de no derrapar a causa de lo resbalosa que quedó la calle gracias a la lluvia de hace rato.

— Eso creo, solo... me cuesta creér que ésto realmente esté pasando — Murmuré acariciando mi aún adolorida mejilla, una risa nasal por parte de él me hizo voltear a verle, a pesar de todo lo que pasó él lucía de lo más tranquilo, envidio en absoluto su talento para mantenérse indiferente en las circunstancias más desesperantes.

— Debo suponer que tu opinión con respecto al viaje ha cambiado... — Dijo algo serio mirando a la calle, seguramente prefería abstenerse de mirarme para no dedicarme una expresión de furia en caso de que mi decisión siguiera siendo la de quedarme.

— Claro... digo, después de todo lo que has hecho por mí... sería ingrato de mi parte no irme contigo.

— Talor, yo no quiero que te vayas por obligación, quiero que lo hagas porque ¡quieres! hacerlo... porque quieres estar conmigo.

— ¡Quiero ir Robert!, quiero estar contigo, enserio... pero a la vez siento algo de miedo... un país extraño, una cultura extraña, costumbres extrañas.

— Con un hombre extraño — Culminó él con tono algo serio y brusco girando el volante, yo lo miré con frustración suspirando pesadamente y volteando a ver a la ventana; no me malentiendan, amo a Robert, pero su personalidad brusca y dominante casi siempre choca con la mía, el cómo usa mis propios errores en mi contra me hace desea nunca haberlo conocido, pero verlo a los ojos, hace que desée ponerme a sus piés, sin importar qué tan necio y altanero pueda llegar a ser mi querido novío.

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