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Caminos encontrados

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Norve Sevenzsk

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Capítulo

Isabella Acosta tuvo una vida muy trágica perdió a su madre muy joven, y su padre. Y ahora que estaba apunto de casarse, su futuro esposo tiene una aventura con su madrastra. ¿Cuanto podrá soportar Isabella? Cuando se entera de que su esposo solo quiere un heredero y esta dispuesto a pagar por ello.

Capítulo 1 Prólogo

Entonces, ¿vas a seguir adelante con todo esto? ¿Te vas a casar con Dexter aunque sepas que él no te quiere?

Isabella se estremeció al oír las palabras envenenadas que acababa de pronunciar su madrastra. Estaban las dos en el dormitorio de Isabella, bueno, el que lo había sido hasta poco después de la muerte de su padre. Tras aquello Elena había anunciado su decisión de vender la preciosa casa con jardín en la que Isabella había crecido para poder comprarse un apartamento en la pequeña ciudad en la que vivían.

—Dexter me ha pedido que reciba a sus clientes —había explicado su madrastra el día que le había comunicado sus planes de vender la casa, cosa que había dejado perpleja a Isabella —. Dice que cuando yo me hice cargo de tratar con los clientes, la empresa de tu padre empezó a ir mucho mejor. Desgraciadamente tu madre nunca entendió lo importante que era ser amable con los clientes.

En aquella ocasión Isabella había intentado que no la afectaran las palabras de su madrastra; simplemente había respondido encogiéndose de hombros en un gesto que ya era característico en ella cada vez que Elena mencionaba a su difunta madre. Siempre sentía el impulso de defender su memoria, pero ya tenía experiencia suficiente para saber que era mejor no hacerlo. Sin embargo no había podido evitar hacer un breve comentario:

—Mamá estaba muy enferma. Si no hubiera sido así, estoy completamente segura de que habría tratado a los clientes de papá con toda amabilidad, y habría estado encantada de hacerlo.

—Sí, todos sabemos que piensas que tu madre era una santa —sus ojos se habían llenado de furia y hostilidad —. Y Dexter está de acuerdo conmigo en que, durante todos estos años, le has puesto las cosas muy difíciles a tu padre con esa manía tuya de intentar hacerlo sentir culpable por haberse enamorado de mí.

La manera en la que Elena se vanagloriaba de aquello había hecho que a Isabella se le revolviera el estómago, y el resto de la conversación no había logrado precisamente que se encontrara mejor.

—Dexter opina que tu padre fue muy afortunado al casarse conmigo. De hecho... —había dejado de hablar para hacerle un gesto de complicidad, una complicidad que desde luego no existía entre ellas dos. Isabella solo tenía ganas de dejar de escuchar a Elena hablar de Dexter como si tuviera una relación muy estrecha con él; le dolía aún más porque estaba profundamente enamorada de él.

Isabella nunca había conseguido entender por qué su querido padre se había enamorado de una mujer fría y manipuladora como Elena. Tenía que admitir que también era muy bella: alta, rubia y con muy buena figura. Todo lo contrario que Isabella, que siempre había sido la viva imagen de su madre: bajita, con el pelo negro lleno de rizos indomables y los ojos violeta oscuros que, en el caso de su madre estaban permanentemente llenos de amor y ternura, mientras que los ojos azules de Elena no transmitían nada más que frialdad.

Sin embargo quería demasiado a su padre como para decirle lo que opinaba realmente. Su madre había muerto cuando ella tenía siete años y, cuando a los catorce su padre había decidido volver a casarse, Isabella se había convencido a sí misma para aceptar a aquella mujer que se iba a convertir en su madrastra por el bien de su padre. De hecho, tenía la firme convicción de aceptar a cualquier persona que pudiera hacerlo feliz.

Pero Elena pronto había dejado muy claro que ella no era tan generosa; tenía treinta y dos años cuando se casó con su padre y nunca demostró el más mínimo interés por los niños, y mucho menos por Isabella, a la que siempre había tratado como una adversaria, una rival con la que tenía que competir por el amor y la atención de su marido. La más obvia muestra de lo que sentía por su hijastra había tenido lugar a los tres meses de llegar a la casa, cuando había anunciado que creía que lo mejor era mandar a Isabella a un internado, en lugar de seguir viviendo allí con ellos y estudiando en el colegio privado que había elegido su madre antes de sucumbir a la terrible enfermedad degenerativa que había acabado por matarla. Entonces había sido Sophia que había intervenido para recordarle a su padre las molestias que se había tomado su primera mujer para encontrar una escuela adecuada para su hija. También había sido Sophia el que había aparecido un día en aquel mismo colegio con la terrible noticia del accidente de su padre; y había consolado a Isabella mientras ella no había podido controlar un llanto desesperado y lleno de impotencia.

Eso había ocurrido casi doce meses antes, cuando ella tenía diecisiete años; ahora tenía dieciocho y en menos de una hora se casaría con Dexter.

Sentía que todo estaba pasando demasiado rápido.

El coche que tenía que llevarla a la misma iglesia en la que se habían casado sus padres y en la que estaba enterrada su madre estaba esperándola fuera. En la habitación contigua se encontraba el viejo abogado de su padre que iba a acompañarla hasta el altar. Iba a ser una boda tranquila, como le había pedido a Dexter encarecidamente.

«¿Vas a seguir adelante con todo esto? ¿Te vas a casar con Dexter aunque sepas que él no te quiere?» Su mente volvió a repasar las palabras que su madrastra había pronunciado consciente del dolor que iban a causarle.

—Dexter dice que es por mi propio bien —respondió con voz entrecortado —... y que eso es lo que mi padre habría querido.

—Dexter dice —Elena repitió sus palabras burlándose de ella abiertamente —. Eres tonta, Isabella. Solo hay una razón por la que Dexter quiere casarse contigo y es porque quiere hacerse con el control de la empresa.

—¡Eso no es cierto! —la joven protestó con fuerza —. Él ya dirige el negocio —le recordó a su madrastra —. Y sabe perfectamente que yo jamás querría que fuera de otra forma.

—Puede que tú no pero, ¿qué me dices del hombre con el que te casarías algún día si Dexter no se convirtiera en tu marido? —le preguntó con más suavidad —. Vamos, Isabella, ¿no creerás de verdad que Dexter está enamorado de ti? —su tono volvió a rozar la burla —. Es un hombre, para él solo eres una niña... Escucha, él mismo me ha dicho que si no fuese por la empresa jamás, se casaría contigo.

Aunque trató de contenerlo, se le escapó un grito ahogado de dolor que contrastaba con la sonrisa triunfante de Elena. Se odió a sí misma por permitir que aquella mujer traspasara todas sus defensas.

—Dexter nunca... —empezó a decir intentando recuperar el control que ya había perdido.

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