El olor a desinfectante y a muerte era el último recuerdo de mi vida.
Morí sola, abandonada por un esposo al que mi madre eligió y denigrada por una familia que solo veía mi fracaso.
Afuera, los fuegos artificiales celebraban el éxito millonario de Laura, mi hermana y la "genio" de la familia, quien me lanzó una última mirada de desprecio antes de abandonarme.
Mi vida fue una comedia de errores, una "perdedora" a los ojos de todos, pero especialmente a los de mis padres, quienes me obligaron a tomar un sistema que lo garantizaba.
Pero entonces, abrí los ojos.