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Mariana miró el rascacielos que se alzaba frente a ella, su fachada de cristal reflejando el cielo gris de la ciudad. Vázquez Corporations era un gigante en el mundo de los negocios, un imperio que parecía tocar las nubes. Para una joven como ella, llegar hasta aquí representaba más que solo un trabajo; era un sueño hecho realidad. Era el lugar donde las oportunidades se tejían entre el lujo, la ambición y el poder. Y hoy, por fin, ella formaría parte de ese mundo.
Llevaba meses preparándose para este día. Después de años de lucha para ascender en su carrera, Mariana había conseguido finalmente una posición como ejecutiva en la prestigiosa empresa. Aquel puesto no era solo un ascenso profesional, sino un verdadero reconocimiento a su talento y su esfuerzo. Sin embargo, a pesar de la emoción, también había una sombra de nerviosismo que se colaba en su interior. Sabía que trabajar en Vázquez Corporations significaba enfrentar desafíos que nunca había imaginado.
Se ajustó la blusa blanca y caminó con paso firme hacia la entrada del edificio, donde un par de empleados la esperaban con una sonrisa profesional. No tardaron en guiarla al interior, pasando por un vestíbulo impresionante con pisos de mármol y paredes adornadas con obras de arte modernas. El edificio parecía irradiar poder en cada rincón, con cada detalle diseñado para impresionar.
"Bienvenida a Vázquez Corporations, Sra. González," dijo uno de los empleados mientras la conducía por largos pasillos. "El Sr. Vázquez está esperando en su oficina."
Raúl Vázquez. El nombre de su jefe resonaba en su cabeza, y no era para menos. Raúl era una figura casi mítica en el mundo corporativo. Su presencia era tan imponente como su nombre. Con solo 38 años, había conseguido construir un imperio que otros solo podían soñar alcanzar. Su mirada fría y su rostro impecablemente serio lo convertían en un enigma para aquellos que trabajaban bajo su mando. No era conocido por su amabilidad ni por mostrar ningún tipo de empatía, y muchos decían que el CEO de Vázquez Corporations tenía el control absoluto de todo lo que sucedía en la empresa. Un hombre que no perdía el tiempo ni toleraba la incompetencia.
El simple hecho de que Mariana fuera elegida para este puesto ya era una señal de que había sido seleccionada entre cientos de candidatos altamente capacitados. Pero esa idea, lejos de tranquilizarla, la ponía más tensa. Sabía que iba a tener que estar a la altura de las expectativas, algo que no solo incluía su desempeño profesional, sino también la capacidad para moverse en el juego de poder que gobernaba la empresa.
Cuando llegaron frente a la oficina de Raúl, el empleado tocó la puerta con suavidad antes de abrirla ligeramente. "El Sr. Vázquez está esperando, Sra. González," dijo antes de retirarse.
Mariana respiró profundamente antes de entrar. El ambiente en el interior de la oficina era aún más impresionante que el resto del edificio. Las grandes ventanas ofrecían una vista espectacular de la ciudad, y la oficina en sí misma era moderna, elegante, con muebles de diseño minimalista y tonos oscuros que reflejaban la personalidad de su ocupante. En la mesa de Raúl, todo estaba perfectamente organizado. Nada estaba fuera de lugar. Él era un hombre de orden, y eso se notaba.
Y allí, de pie junto a su escritorio, estaba Raúl Vázquez.
Él la miró con una intensidad que hizo que Mariana se sintiera pequeña a pesar de su altura y porte profesional. Raúl Vázquez no sonrió, ni hizo un gesto amistoso. Solo la observó con una mirada penetrante que parecía examinar cada parte de su ser, como si estuviera evaluando su potencial al instante.
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