El Precio de un Reloj Roto

El Precio de un Reloj Roto

Gavin

5.0
calificaciones
11
Vistas
11
Capítulo

El teléfono sonaba en mi mano, y un escalofrío me recorría la espalda mientras mi esposa, Sofía, finalmente contestaba, su voz distante y fría. Pregunté por nuestro hijo, Miguelito, porque no lo encontré en la escuela; su maestra dijo que ella lo había recogido hacía horas. Hubo un silencio helado del otro lado de la línea. "Lo mandé a un lugar para que lo corrijan," soltó con frialdad,"ya no soportaba su mal comportamiento... rompió el reloj de Mateo." Mateo, su amigo de la infancia, el motivo por el que Sofía me había estado ignorando durante meses. Grité, perdiendo el control, "¿De qué hablas? ¡Es un niño de seis años! ¡Fue un accidente! ¡No puedes enviarlo a un 'lugar de corrección' por un reloj!" Ella me cortó, su voz dura como el acero: "No te lo voy a decir... Deja de molestarme, estoy con Mateo." Acto seguido, colgó, dejándome en un infierno de pánico y traición, la mujer que amaba, la madre de mi hijo, lo había desechado por un capricho. Corrí al coche, mis manos temblaban, llamando su teléfono una y otra vez, pero solo me enviaba al buzón de voz. De repente, mi teléfono vibró: "Colegio Disciplinario Sol Naciente". Y debajo, una frase que me destrozó el alma: "Felicidades, papá. Sofía está embarazada. Es una niña, y yo soy el padre. Atentamente, Mateo." El mundo se detuvo. La traición me aplastó, no solo me había engañado y desechado a nuestro hijo, sino que formaba una nueva familia con mi supuesto amigo. Llegué al "Colegio Disciplinario", un edificio gris y ominoso que parecía una prisión, empujé a un guardia, grité el nombre de mi hijo. Lo encontré en una habitación blanca, pálido, inmóvil, con cables pegados a su cabeza y espasmos violentos: estaba en coma, inducido por electroshocks. Caí de rodillas, el dolor me partía el corazón, acunando su manita fría, mi pequeño artista atrapado en la oscuridad. Mi suegro, el padre de Sofía, apareció, su rostro mostrando profunda preocupación. "Señor," mi voz era un susurro roto, "Quiero el divorcio. Y me llevaré a mi hijo. No permitiré que esa mujer se le vuelva a acercar. Nunca más."

Introducción

El teléfono sonaba en mi mano, y un escalofrío me recorría la espalda mientras mi esposa, Sofía, finalmente contestaba, su voz distante y fría.

Pregunté por nuestro hijo, Miguelito, porque no lo encontré en la escuela; su maestra dijo que ella lo había recogido hacía horas.

Hubo un silencio helado del otro lado de la línea.

"Lo mandé a un lugar para que lo corrijan," soltó con frialdad,"ya no soportaba su mal comportamiento... rompió el reloj de Mateo."

Mateo, su amigo de la infancia, el motivo por el que Sofía me había estado ignorando durante meses.

Grité, perdiendo el control, "¿De qué hablas? ¡Es un niño de seis años! ¡Fue un accidente! ¡No puedes enviarlo a un 'lugar de corrección' por un reloj!"

Ella me cortó, su voz dura como el acero: "No te lo voy a decir... Deja de molestarme, estoy con Mateo."

Acto seguido, colgó, dejándome en un infierno de pánico y traición, la mujer que amaba, la madre de mi hijo, lo había desechado por un capricho.

Corrí al coche, mis manos temblaban, llamando su teléfono una y otra vez, pero solo me enviaba al buzón de voz.

De repente, mi teléfono vibró: "Colegio Disciplinario Sol Naciente".

Y debajo, una frase que me destrozó el alma: "Felicidades, papá. Sofía está embarazada. Es una niña, y yo soy el padre. Atentamente, Mateo."

El mundo se detuvo.

La traición me aplastó, no solo me había engañado y desechado a nuestro hijo, sino que formaba una nueva familia con mi supuesto amigo.

Llegué al "Colegio Disciplinario", un edificio gris y ominoso que parecía una prisión, empujé a un guardia, grité el nombre de mi hijo.

Lo encontré en una habitación blanca, pálido, inmóvil, con cables pegados a su cabeza y espasmos violentos: estaba en coma, inducido por electroshocks.

Caí de rodillas, el dolor me partía el corazón, acunando su manita fría, mi pequeño artista atrapado en la oscuridad.

Mi suegro, el padre de Sofía, apareció, su rostro mostrando profunda preocupación.

"Señor," mi voz era un susurro roto, "Quiero el divorcio. Y me llevaré a mi hijo. No permitiré que esa mujer se le vuelva a acercar. Nunca más."

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
El Divorcio Falso se convierte en Verdad

El Divorcio Falso se convierte en Verdad

Moderno

5.0

Mi marido, Javier, llegó a casa con una sonrisa extraña y la propuesta que, según él, cambiaría nuestras vidas para siempre: un puesto de alta dirección en Argentina. La única condición, explicó, era un "divorcio de conveniencia", solo en el papel, exigido por la empresa y todo "por nuestro futuro" y el de nuestra hija. Lo que él no sabía es que, noches antes, mis insomnios me habían llevado a un foro donde se detallaba "la estafa del divorcio por trabajo en el extranjero": un patrón idéntico para vaciar cuentas y huir con una amante. Su descaro se confirmó con un mensaje de "Valeria" en su teléfono: "¿Ya lo has conseguido, amor? ¡No puedo esperar a que estemos juntos en Mendoza!". Poco después, vació nuestra cuenta conjunta hasta el último céntimo, dejando a cero los ahorros de diez años de matrimonio. Mientras me besaba la frente y me llamaba "la mejor esposa del mundo", una pregunta resonaba en mi mente: ¿De verdad me creía tan estúpida? No sentí dolor, solo una fría y gélida anticipación de lo que estaba por venir. Firmé aquel divorcio con una sonrisa dócil, pero por dentro ardía la determinación. Él creía que me había despojado de todo, pero no sabía que mi "hobby" de diseñadora gráfica me había permitido acumular una fortuna de seis cifras en una cuenta secreta. Ahora, mientras él celebraba su traición, yo empezaba mi juego: me aseguraría de que se arrepintiera, de que perdiera mucho más de lo que jamás soñó robar.

Cuando el amor muere

Cuando el amor muere

Romance

5.0

Sofía, una mujer de belleza deslumbrante y fortuna, parecía tener la vida perfecta junto a su exitoso esposo, Ricardo, un ranchero de renombre en todo México. Pero no todo era tan idílico como se veía: Elena, una mujer obsesionada con Ricardo, acechaba en las sombras, su persistencia aterradora y sus intentos por separarlos eran la comidilla de todo el estado: desde secuestros en plena boda hasta intentos de usar drogas. Sofía, confiada en el amor de Ricardo y sabiendo su odio visceral a la infidelidad tras la muerte de su madre por las traiciones de su padre, nunca se preocupó por esos chismes. Todo se fue al diablo en su tercer aniversario de bodas, cuando entró a la oficina de Ricardo para darle una sorpresa y lo que encontró la dejó helada: Elena, desnuda, sentada en la silla de su esposo, con SU pluma en la mano, y gimiendo descaradamente. "Ricardo, más suave...", articuló ella. La sangre se le puso fría cuando su esposo, al ver la escena, no echó a Elena como otras veces, sino que le pidió a Sofía que la hiciera vestirse para "cuidar su reputación" . ¿Reputación de quién? El corazón de Sofía se hizo pedazos al ver cómo Ricardo guardaba con esmero la pluma que Elena acababa de usar de forma tan vulgar. Se dio cuenta, con un dolor punzante, de que algo esencial había cambiado. Esa misma noche, firmó los papeles de divorcio que Ricardo mismo le había dado años atrás, y con una frialdad que la sorprendió incluso a ella misma, contactó al peor enemigo de su esposo.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro