La Revancha de La Que Sirviendo A Los Demás

La Revancha de La Que Sirviendo A Los Demás

Gavin

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Capítulo

La traición tiene un sabor amargo, un frío que se te mete en los huesos y no se va. Lo sentí con cada fibra de mi ser cuando los vi: mi exnovio Carlos, el aclamado diseñador, y mi examiga Laura, su musa y prometida, ambos brillando bajo los reflectores exclusivos de la moda. Yo estaba allí, invisible, sirviendo champán en un uniforme barato que me picaba la piel. Éramos tres amigos inseparables, tres soñadores, o eso creía ingenuamente. Ellos conspiraron a mis espaldas, manipulándome, saboteándome sin piedad justo antes de esa decisiva audición para la beca de diseño que lo significaba todo para mí. Me dejaron sin nada, mientras construían su imperio sobre mis ruinas, obligándome a luchar en la miseria. Esa noche, Laura, con una sonrisa cruel que escondía mil puñales, pronunció las palabras que me partieron el alma: "Hay gente que simplemente no nació para esto, ¿verdad, amor? Por mucho que lo intenten, siempre terminarán sirviendo a los demás" . Su risa fue un golpe que me quemó la cara, la humillación pública se clavó en mi pecho como astillas. Todo el dolor, la rabia y la impotencia de años se acumularon hasta que sentí que no podía respirar. Desesperada, con las lágrimas nublándome la vista, escapé a un callejón oscuro, el fuego dentro de mí ardiendo sin control. Recordé mi sueño, el que ellos me habían arrebatado, y con los ojos cerrados, deseé con cada fibra de mi ser una segunda oportunidad. Una oportunidad para vengarme, para reclamar lo que era mío. Cuando abrí los ojos, la luz del sol de la tarde se filtraba por la ventana de un lugar demasiado familiar: mi antiguo dormitorio universitario. El calendario marcaba una fecha: tres meses antes de la audición para la beca. Mi corazón martilleaba en mi pecho. Había vuelto. Pero esta vez, no era la ingenua Sofía. La chica que confiaba ciegamente había muerto en ese callejón. La Sofía que renació solo tenía un propósito. Venganza.

Introducción

La traición tiene un sabor amargo, un frío que se te mete en los huesos y no se va.

Lo sentí con cada fibra de mi ser cuando los vi: mi exnovio Carlos, el aclamado diseñador, y mi examiga Laura, su musa y prometida, ambos brillando bajo los reflectores exclusivos de la moda.

Yo estaba allí, invisible, sirviendo champán en un uniforme barato que me picaba la piel.

Éramos tres amigos inseparables, tres soñadores, o eso creía ingenuamente.

Ellos conspiraron a mis espaldas, manipulándome, saboteándome sin piedad justo antes de esa decisiva audición para la beca de diseño que lo significaba todo para mí.

Me dejaron sin nada, mientras construían su imperio sobre mis ruinas, obligándome a luchar en la miseria.

Esa noche, Laura, con una sonrisa cruel que escondía mil puñales, pronunció las palabras que me partieron el alma: "Hay gente que simplemente no nació para esto, ¿verdad, amor? Por mucho que lo intenten, siempre terminarán sirviendo a los demás" .

Su risa fue un golpe que me quemó la cara, la humillación pública se clavó en mi pecho como astillas.

Todo el dolor, la rabia y la impotencia de años se acumularon hasta que sentí que no podía respirar.

Desesperada, con las lágrimas nublándome la vista, escapé a un callejón oscuro, el fuego dentro de mí ardiendo sin control.

Recordé mi sueño, el que ellos me habían arrebatado, y con los ojos cerrados, deseé con cada fibra de mi ser una segunda oportunidad.

Una oportunidad para vengarme, para reclamar lo que era mío.

Cuando abrí los ojos, la luz del sol de la tarde se filtraba por la ventana de un lugar demasiado familiar: mi antiguo dormitorio universitario.

El calendario marcaba una fecha: tres meses antes de la audición para la beca.

Mi corazón martilleaba en mi pecho. Había vuelto.

Pero esta vez, no era la ingenua Sofía. La chica que confiaba ciegamente había muerto en ese callejón.

La Sofía que renació solo tenía un propósito.

Venganza.

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