Ella es traicionada por su novio, quien la "vende" al CEO para saldar una deuda o cerrar un trato sucio con la mafia. Él la ve como un objeto más al principio... pero poco a poco, empieza a cambiar. Ella lo odia por lo que representa, pero algo en él despierta sentimientos que intenta negar. Ambos se van acercando peligrosamente.
Elena Rossetti pensaba que ya conocía el dolor.Perder a sus padres a los dieciséis.Sobrevivir a base de becas y trabajos.Y después...Aidan Becker.Su refugio.Su sonrisa entre el caos.El hombre que creyó que la amaba.
Hasta ese viernes por la noche.
- ¿Qué dijiste? -preguntó Elena, con la voz temblando.
No porque no lo hubiera oído, sino porque su mente no quería creerlo.
-Solo será por un tiempo -repitió Aidan, sin mirarla.Se acomodó el reloj, como si fuera más importante que ella en ese instante-.Está de acuerdo, Elena. Tú vas con él y yo mantengo la empresa a flote.No es tan grave como...
-¡¡No es tan grave!? -explotó.Dio un paso atrás.Él era un extraño en ese momento-.¿Me vendes?¿A ese CEO mafioso del que todos murmuran y nadie se atreve a nombrar?
Aidan bajó la cabeza.Sus ojos grises estaban llenos de culpa.Cobarde.
-No lo entiendes, Elena... Liam Blackthorne no es un monstruo. Es... un hombre de negocios.Y yo estaba acorralado.La junta, los inversores, mi padre...Si no aceptaba, todo lo que construimos...
"Lo que construimos."Qué forma más irónica de decirlo.Elena había trabajado con él. Día y noche.Le dio amor. Lealtad. Todo.Y él... la nosotros como una ficha.
-Y yo qué soy para ti? ¿Una propiedad? ¿Alguna firma que podías transferir?
El silencio de Aidan fue su respuesta.
La oficina, decorada con su propio esfuerzo, ahora parecía una prisión.
- ¿Dónde está? -preguntó ella, apenas audible.
-En el vestíbulo... Vino por ti.
Giró sobre sus talones.Abró la puerta con furia, lista para gritarle a ese tal Liam...
Pero lo que vio le robó el aliento.
Liam Blackthorne.
Traje oscuro.Manos en los bolsillos.Ojos grises, fríos como el acero.Su sola presencia imponía.No necesitaba hablar. Mandaba.
- ¿Terminaste de despedirte? -preguntó con voz baja. Tranquila.Demasiado tranquilo.
Elena alzó la barbilla.
-No iré contigo. No soy una mercancía maldita.
Liam ladeó la cabeza, analizándola.Su mirada descendió con lentitud desde su rostro hasta su postura tensa.
-No lo eres -admitió-.Pero él te intentó como a una.Yo solo cumplo mi parte del trato.
¿Y cuál es? ¿Tenerme como trofeo?
Él irrita. Una curva sin calidez.
-Prefiero decir: compañía.Durante el tiempo que considere necesario.
-Estás enfermo.
-Talvez. Pero tú ya no perteneces a este lugar. Vamos.
A su espalda, un hombre con rostro de sombra se acercó.Silas. Guardaespaldas. Músculo. Silencio.
Aidan no dijo nada.Nada.
El dolor de Elena se volvió rabia.
La limusina negra esperaba como un ataque de lujo.Por dentro: cuero, luces suaves, privacidad.Pero para ella... solo una prisión.
Se sentó lo más lejos posible de Liam.
Él se sirvió un whisky, indiferente.
-Me vas a decir a dónde me llevas? ¿O debo esperar a aparecer en las noticias como "la chica desaparecida tras un escándalo empresarial"?
-No soy tan descuidado -dijo sin emoción-.No me interesan los escándalos. Solo el cumplimiento.Y tú... formas parte de eso.
-No te pertenezco.
Liam la miró. Directo. Intenso.
-Aidan firmó un contrato. ¿Lo leíste?
Si.Lo había hecho.Un documento con su nombre."Garantía de cumplimiento."Empresas fantasma. Letras pequeñas. Legalmente gris.Moralmente repugnante.
-Es un papel sin valor. Como tú.
-Entonces demuéstramelo -susurró él-.Escapa. Grita. Rompe una ventana.¿Vas a hacerlo?
Elena apretó los puños.No podía.Él tenía el control.
Pero no iba a arrodillarse.
El ático en el Upper East Side era de otro mundo.Altos techos. Paredes de cristal.Vista de la ciudad como si el cielo estuviera al alcance.Frío. Elegante. Vacío.
Caminó como si pisara fuego.
-Tendrás tu habitación, ropa, privacidad -dijo Liam-.No me interesa forzarte.Pero estarás aquí mientras yo lo decido.
-¿Y si no lo acepto?
Liam se giró. Camino hacia ella.
-Entonces... aprende mis reglas.O este lugar será tu infierno.
Ella lo miró, desafiante.
-No soy una mujer rota.Ayúdame a traicionarme, sí.Pero tú...No me destruirás.
Él se detuvo.
-Entonces quizás te subestimé.
Se acercó.Demasiado.Elena sintió su aliento en la mejilla.
-Puedes odiarme todo lo que quieras...Pero recuerda algo -su voz fue un susurro oscuroEl odio es solo otra forma de obsesión.
Ella no respondió.Temblaba.No por miedo.Sino por una emoción aún más peligrosa:Curiosidad.
Esa noche, Elena no durmió.
Miró la ciudad desde la ventana.Nueva York seguía viva allá fuera.
Y ella...vendida.
Pero no vencida.
Liam Blackthorne creía que podía domarla.Que su mundo oscuro la rompería.
Pero Elena Rossetti no era una garantía firmada.
Y él iba a descubrirlo...Aunque ella tuviera que quemar su imperio desde adentro.