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No Llores Más, Mi Amor

No Llores Más, Mi Amor

García

4.8
calificaciones
2.4M
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862
Capítulo

Linda finalmente se casó con el hombre del que estuvo secretamente enamorada durante diez años. Sin embargo, ella era solo una novia sustituta de su hermana gemela. Desafortunadamente, él lo descubrió en su noche de bodas. Desde entonces, solo hubo sufrimiento en su matrimonio. Su odio hacia ella aumentaba día a día. Ella decidió pedir el divorcio, pero él no quería dejarla ir.

Capítulo 1 La noche de bodas

La noche de bodas de Linda Ye había llegado finalmente.

La recién casada se encontraba sentada sobre la enorme cama dentro de la mansión de la familia Bo, sintiendo una gran timidez, y apretando sus manos con fuerza. Ella acababa de tomar una ducha y estaba usando nada más que un camisón largo de seda costosa. Se podía notar, gracias a su comportamiento, que estaba extremadamente nerviosa.

Cecil Bo era el hombre con quien tuvo que casarse, la chica había estado enamorada de aquel hombre durante diez años, pero ese era un secreto que prefería guardarse.

Él era un famoso magnate de los negocios y, además, el líder del Bo Group.

Debido a eso, aquella boda era el único tema de conversación en la ciudad de Los City para el momento.

Sin embargo, la única persona que tenía pleno conocimiento de que ese hecho no era tan hermoso y perfecto como parecía, era la nueva esposa del hombre de negocios.

Pues, la verdad era que ella no se trataba de la mujer que Cecil quería, sino, tan solo una sustituta de la verdadera novia. Esa mujer, mientras fingía ser otra persona, se encargó de intercambiar los anillos de boda junto al hombre en el altar, de lo cual habían sido testigos innumerables celebridades.

Pero, obviamente, ella había estado más que dispuesta a llevar a cabo dicho engaño.

En ese momento, escuchó el sonido de pasos acercándose, aparentemente, hacia la habitación donde se encontraba, al escucharlos, Linda apretó más fuerte sus puños, tanto, que se clavó las uñas en las palmas de las manos, pese a ello, la magnitud de la ansiedad que sentía era tan grande que ni siquiera fue capaz de sentir el dolor.

Entonces, su nuevo esposo hizo acto de presencia en la puerta.

Este se dirigió a ella, mientras se tambaleaba de un lado al otro, daba la impresión de haber bebido demasiado.

Al acercarse más a ella, el olor a alcohol y su propio aroma se mezclaron, inundando las foses nasales de la mujer, despertando así, cada uno de sus sentidos.

Linda tuvo que contener un poco su respiración, ante el pensamiento de lo que estaba a punto de suceder.

En ese momento, con una tonta sonrisa dibujada en sus labios, Cecil levantó la barbilla de su esposa, con uno de sus largos dedos, y dijo: "Leona, ya somos marido y mujer".

Leona Ye era, nada más y nada menos, la hermana gemela menor de Linda.

La chica se había escapado de su casa tres días antes, dejando tan solo una nota en su habitación, la cual decía: "Papá, mamá, ¡realmente lo siento! Yo, simplemente, no puedo casarme con Cecil".

No hay necesidad de decir que sus padres no esperaban, en lo absoluto, que su hija fuera capaz de hacer tal escándalo a nada más que tres días de su boda. Los mayores se encontraron entre la espada y la pared, sin saber qué hacer o a quién acudir, puesto que, más allá de todo, lo menos que querían era hacer enojar a la familia Bo. Por ello, temiendo que pudiera descubrirse la fuga de Leona, la familia Ye envió a varias personas en su búsqueda, de manera discreta.

Debido a aquel momento tan crítico, Linda decidió ofrecerse como voluntaria para casarse con Cecil, en lugar de su hermana, y así poder seguir lidiando con la situación, silenciosamente.

Por otro lado, sus padre parecían haber envejecido de la noche a la mañana, gracias al escape de su hija menor, entonces, al escuchar la propuesta de la mayor, dudaron un poco en hacerlo pero, después de analizar el parecido entre las dos, finalmente accedieron.

Ahora, mientras estaba sentada sobre la cama, escuchando la voz del magnate en su oído, tan ronca y encantadora, Linda bajó un poco su cabeza, sintiéndose culpable.

Ella había estado enamorada perdidamente de aquel hombre, durante muchos años.

No obstante, ella, en realidad, no era la mujer que él amaba. En consecuencia, ella no tenía ni la más mínima idea de cómo hablar con él, y tampoco estaba familiarizada con la manera en que su hermana se comunicaba con él.

La chica sintió que lo único que podría cubrir su pánico, así como la inquietud que sentía por dentro, tan solo era el silencio.

Sin embargo, como para aumentar su preocupación, el hombre de negocios se puso alerta de inmediato, y preguntó: "¿Qué pasa? ¿Acaso no estás feliz?".

"Sí, lo estoy".

La recién casada respondió, asintiendo rápidamente con la cabeza.

Al finalizar sus escasas palabras, Cecil rio y su mirada se suavizó de nuevo.

Gracias a esa sonrisa, Linda pudo notar que el hombre realmente amaba a Leona con todo su ser y que, por ello, estaba extasiado por su matrimonio, lo que logró aumentar su sentimiento de culpa.

Con su cabeza hecha un desastre, la gemela mayor sintió, inconscientemente, que Cecil se acercaba más y más a ella, dando como resultado, el hecho de ser la primera vez que estaba tan cerca de su amado de hacía tantos años. Hasta ese momento, aquel hecho había sucedido simplemente en sus sueños, por lo que su corazón comenzó a latir tan fuerte y rápido como un redoble de tambores.

El magnate, entonces, la rodeó con sus brazos, mientras se dibujaba una sonrisa de satisfacción en sus labios, no obstante, cuando sus ojos se posaron sobre la oreja de su esposa, la felicidad que se había apoderado de su rostro se esfumó, dejando una sombra fría y oscura en él, lo que ocasionó que, al hablar nuevamente, su voz saliera en un tono áspero y distante.

Sin apartar su vista del lunar en la oreja de la chica, él exclamó, firmemente: "¡Tú no eres Leona!".

Tras escuchar aquellas palabras, el miedo de Linda se intensificó.

No tenía idea de cómo pudo ser descubierta tan rápido. 'Mierda, no puede ser.

¿Será el fin de la familia Ye?', pensó ella. De manera inconsciente, soltó la camisa de su nuevo esposo y agarró, velozmente, la sábana que se encontraba debajo de ella.

Luego, tan solo apartó su mirada, sin emitir palabra alguna.

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