Prohibido enamorarse
dísimo sentimiento de ira comienza a hacer presa de ella. Sin apartar la mirada de las orquídeas que él le env
muy
r porque piensa que alguien puede escucharla. Ba
reglo floral! «Le envío unas flores con una tarjeta pidiéndole disculpas, ¡y arreglado el r
da al asunto, más enoj
or un simple ramo de flores. No, ¡de ninguna manera! No le va a resultar tan sencillo; yo le voy a enseñar a ese riquillo idiota qu
, se siente rea
pasa en el boliche! Porque
ta baja la saca de su monólogo. Mira el reloj: son las nueve en
na; lo deja sobre una mesa baja que hay junto a la ventana y
ando la puerta del elevador se abre y el s
irige a su despacho. Ella solo le ha respondido el saludo, sin verlo a la cara en ningún
vana, porque un par de minutos despu
instante -dice. Aunque la orden parece ap
-pregunta en cuanto traspone la puerta
n para usted? -suelta de pronto. Ella
trega dijo que eran para m
r qué razón no las pu
parecen atravesala
disfrutando por dentro la idea de lo que le debe estar ha
isculpa y ella casi deja asom
tentando desviar la conversación hacia otra c
to algo más -responde con tono cortante.
; ese hombre tiene la facultad de ponerla muy
ibilidad de que el jefe vuelva a llamarla y se le ocu
o el resto de la mañana y solo lo vuelve a ver cuando
baja a comer y la invita para que vayan juntas, pero contesta que no
, pero la pierna le duele tanto q
osa que a él parece no llamarle la atención en lo más mínimo.
opción que llevárselos. Camina tan normalmente como puede, disimulando el
su jefe se digne decirle que ya puede irse. La última hora se le hace un verdadero suplicio; no solo porque la pierna
con intención de irse ella suelta un suave suspiro de alivio, pensando que ahor
se simple gesto por una cuestión de educación, y le responde casi del mismo modo. Espera hasta
ar hasta el elevador y poder irse a casa; pero no llega. A mitad de camino comienza a sentir que el corazón le late muy fuerte en
, a poca distancia de la puerta del elevador,