Segundos Platos
? ¿Est
e acordaba de cómo se llamaba, ¿Roberto? ¿O tal vez era Carlos? Llevaba saliendo con él tres semanas y acostándose dos y aún así no era capaz de grabar su nombre
sa, no le volvería a llamar. Tres veces y tres oportunidades donde ella tuvo que hacer algo
Robertos que tuviera en su teléfono. -Gracias por esta noche. Me tengo que ir. -Se levantó rápido soltándose de su agarre. -Verás, es viernes, mañana trabajo, debo ir a casa. -Soltó rápido para excus
o llegues. Te
to Sa
los autos, las luces y los edificios le daban una sensación de calma que hacía mucho no sentía. Miró al cielo, tenía unas pocas estrellas, menos
se hiciera realidad. Con veintiocho años sentía que le faltaba aquello. Se había enamor
cto. Venía del hebreo y sig
n buenos amigos, siempre estaban juntos e incluso iban a fiestas. Ella esperaba que él se enamorase de ella y tuvieran un romance de pelí
cuento de la boda y los hijos los tenía en su cabeza, soñaba con eso. Pero sucedió que lo vió enamorarse de alguien más, declararse a esa chica, y como extr
ficio y subió en el ascensor hasta su piso. El número 5. Se sacó los tacones al entrar, dejó el abrigo en el perchero y fue a su cuarto para sacarse aquella ropa, la falda y la camisa de botones, un estilo muy formal que usaba para ir a la oficina. El reloj marcaba las once y quinc
s de los cuales no se cohibía, y uno de esos era ligar. También le daba pereza ligar todas las semanas, así que cuando le ponía el ojo a uno, solo lo conseguía y con ese mismo hombre se veía todo un mes, luego, pasando página y encontrando al siguiente. Se recostó en su cama y cerró las ventanas para que no
de la habían llevado. No se arrepentía de nada, se sentía dueña de sí misma, de su cuerpo y de su futuro. Así que a cualquiera q
ar donde lo tengas." -Gabriel. -Susurró en sueñ
de ver el mundo eran lo que más ha
ica que te enamore cuando
ar tu piel, y darte un beso en cada lunar
ente perfecto. Ojalá
ía dicho, pero no h
ra dulce, amorosa y quería a Gabriel con todo su corazón. Nunca lo trató mal y se ganó el respeto de su familia. De todos. Así que con una sonrisa fue hasta su boda, lo felicitó por encontrar el amor, pero lloró hasta desgastarse al volver
r de v
na relación. Luego, solo bloqueó el número y se alistó para irse a trabajar. Se duchó y se puso un traje de dos piezas de pantalón y chaqueta, tacones estilo ejecutivos y tomó un bolso de cuero que combinara. Un collar sencillo con un dije que tenía su inicial, are
rito de Suits; le ponía empeño, dedicación y esfuerzo, porque si algo sabía es que los deseos, aunque llegaran, para mantenerlos debías trabajar duro. El día se le fue rápido, siempre le pasaba, disfrutaba tanto de lo que hacía que ir al trabajo no le parecía pesado, incluso cuando tenía el escritorio lleno de documentos. Esa era su vocación y aunque tardó en encontrarla, en cuánto la obtuvo, día tras día intentaba ser disciplinada, proactiva y t
radable. -Vamos Luna. -Luna Martins, su mejor amiga, la conoció al llegar a la firma y ahora las dos eran pasantes. Salieron juntas, resaltando cada una en sus diferencias. Raquel, un poco más alta que su compañera, llevaba su cabello
or la ciudad junto a su amiga y sus tacones hacían un ruidito a
yo digo que sí. ¿C
Sergio, es mi amigo, y su novia es Ama
tuve con el de anoche. No lo volveré a llamar. -Le contó a
decepcionante, y por lo que me cuentas, tú usándolo de dildo, aburrida en pleno sexo mirando
trabajo, porque no pienso mezcl
o. -Cruzaron juntas la calle y fueron al bar. -Aquí es. ¿Qué tal? La du
chica que era dueña del lugar. Raquel pensó que era bastante guapa, alta, con algunos piercings que le quedaban hermosos y unas botas de tacón que le fascinaron. No solo era gu
se veía de colores, pero al acercarse se dió cuenta del castaño platinado del cual
ó y miró de nuevo todo el bar, las luces neon azules
el. Pásala bien aquí en el Golden. -Luna y Raquel fueron a la barra, tomaron unos tragos servidos por el amigo de Luna, todo iba bien, has
el Me
a diario en el jardín y jugaban con la pelota. Sus hermanos mayores también se la llevaban de maravilla pues iban a las mismas clases de música. -Ya vuelvo, Luna. -Se
como lo recordaba. Alto, con el cabello negro y aquellos ojos profundos de color marrón. Iba vestido con su particular estilo que a ella le fascinaba, una camisa de botones hec
qué no estás en Jerez? Allá te habías qu
res para los negocios de la familia. Y pas
uelvas a Jerez. Tu hermano, tu
e te mudaste, solo oigo a tus padres decir que vienen y todos están
ó a ver a su amiga bebiendo un gibson. -Debo
un lapicero de su bolsillo y tomando su mano le escribió su nú
onreír y recibió un beso en la mejilla antes de verlo cruzar
, lo olí con mis súper poderes de encontrar un
ivía con mis padres. Lo conozco desde q
dido, tú me habrías dejado irme con un hombre así. -Luna bebía y mirando a Sergi
os jamás habían muerto y suspiró viendo su mano con su número. -
ad que ese Dios Griego, ese Adonis de carne, un hombre que
rías en la vida. -Rió bebiendo de la copa. -No es gay, ojalá fuera
pués de la bo
té verle feliz con alguien más, aunque estoy feliz de que él sea feliz. Él fue mi gran amor, ¿
as copa hasta sentirse un poquito mareadas, salieron del bar a medianoche y se fueron en un taxi y acabaron en casa de Raquel. Luna se durmió pero Raquel se quedó despierta mirando por la ventana. Tomó su celula
Es Raquel. Un p
*
u
dad del sábado era solo eso, una casualidad. Lo "olvidó" desde que cumplió diecisiete años y lo vió casarse con diecinueve. Se fue de su ciudad natal, entró en una universidad en Madrid y estudió. Era independiente ahora y no necesitaba recordar un amor que no fue, que no iba a ser y que jamás sería. Como iba temprano al trabajo decidió caminar, aquella mañana llevaba ballerinas por l
. ¿Te parece si luego vamos por un café? Puede ser ho
su "cita" que no era tan cita, al llegar al punto de reunión, juntos tomaron un café y se la pasaron hablando de que había pasado en sus vidas durante diez años. Gabriel le contó como iba en sus negocios, Raquel cómo log