La magnate
que la protegía se había roto. En ese estado no podía regalarlo. La señora había vendido todas las flores, por lo que ya no le quedaba ningu
-preguntó la vendedora al
bo
rosa amarilla eterna y los ojos de Hermes se iluminaro
sta la señora y le d
as, ma
de la empresa; a ella le gustaba la tranquilidad y solo en esta zona exc
tección, presionó un botón y la moderna reja se recogió hacia un lado, pa
abrió la puerta a Hariella, la c
lve enseguida -dijo
ondió el chofer, haciendo una r
ijo Lena por la ventana-. Ya le h
ha, se alejó de Hariell
encial en lo académico. Fueron rivales de estudio, pero esa misma competencia fue la que las unió y luego la contrató para que ocupara el puesto de su secretaria ejecutiva, y hasta el día de hoy, Lena era lo más cercano a tener una amiga, fuera de su círculo familiar. Había nacido en una cuna de diamante y las vestiduras que, la habían cubierto desde que era una bebé, siempre habían sido la de los mejores materiales: de seda y de lana, y nunca repitió las mismas prendas, ni siquiera las medias o sus zapatos; todo el tiempo tuvo un nuevo par disponible durante su niñez y su juventud, pero, ahora no gastaba su tiempo en
pideces piens
es una
lo marrón con mechones canosos y vestía una falda negra que le llegaba por de
io de niña, joven y ahora de mujer de la magnate. "Mi niña", así le decía cuando estaban a solas, la amaba tanto como a sus propios hijos, y el cariño que le tenía a ella, superaba hasta lo de sus mismos descend
ariella -dijo Amelia,
stidos negros de sirvienta. Hariella entró y ellas se
la -dijeron las cuatro al
preguntó Amelia, camin
cho, que no sea algo tan pe
ensalada con pol
. Algo más, avísame si llega a
bre de Hermes: dios griego, el mensajero de los dioses, de los viajeros y las fronteras, además del come
decepcionada y triste. Aquel muchacho amable y divertido con el que había tenido una divertida charla, no
. Solo son unos codiciosos que
de sus pijamas de seda color gris: un short que revelaba los blanquecinos mulsos de sus piernas y una blusa sin mangas que manifestaba sus finos brazos, y se había puesto unas cómodas sandalias de goma. El brillante cabello rubio se lo había soltado y le caían hasta por los hombros, como hebras de seda dorada. Su figura era delgada y envidiable, se mantenía en forma gracias a su dieta y las
iña? -preguntó Amelia al
lo -respondió Hariella-. ¿
corazón se aceleró, como si le hubieran traído el regalo que había estado esperando, pero no había llegado, sino has
ante la sorpresa, por toda la
vini