Edmund estaba perdiendo la cabeza, porque Chelsea nuevamente lo había ignorado.

Él apretó los puños, miró fijamente la espalda de la mujer a través de la puerta de cristal de la tienda y murmuró: "Veamos cuánto tiempo puedes fingir, Chelsea".

Todavía era difícil para Edmund aceptar que su ex esposa ya no estuviera interesada en él. Cuando estaban casados, esa mujer le había profesado su amor eterno y, según él, un año era demasiado poco tiempo como para que ella lo olvidara.