Terror: Brujos en Chiloé
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rar, hace frío ―me di
decía era cierto, pero el frío ya no tenía efecto so
ontar, cada vez que te quedas así,
ero no es nada, so
te convertis
í e
dejarás ser
que yo viví durante los siete años de entrenamiento? Sin contar con la preparaci
mayor, Isolina, cua
stoy pre
a niña t
y na'' una niña, ya soy
me convertí en bruja y casi no sobreviví. No podía
ré al bosque, tú te volve
la, yo me qu
a estar ―
o no tengo na' qué ir a ha
te pasa
buenas manos que tengo yo, que
te, tanto como pensaba
uedarte, hazlo. Yo debo
espués de un siglo de recorrer cada rincón,
rumpió―. ¿Se te hicieron largos esos doce
. Seguía igual. Bueno,
blaba, él me quitaba el aliento y la capacid
empo ―comenté cuand
que están pasando y
é co
oraleda y
con eso?
modo, sin embargo, querida Chilpilla, no puedo opinar l
n fieles
lma, ¿puedes estar segura de q
pon
s seg
hay un traidor en nuestras filas? La ma
genera l
todo lo que me enseñó, ninguna clase incluyó la lectura. Así
cer en tus manos todo el tiempo, no
ien. Lo
se libro cae en manos equivocad
S
como lo conoce
ignific
todo lo qu
as medias frases, esos miste
vertí. Yo, que tú, no hag
odemos enfrentar mej
o todos los bruj
de mi vista y me sentí o
osa, ni siquiera en el libro que José de Moraleda me había obsequiado. ¿Qué haría? No sabía si de
su alero. Doce años de duro entren
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era mucho más complicado que eso si uno quería ser un brujo de los buenos. O de los malos, como quisiera tomarlo. Yo quería ser de las buenas. Después de
, lobos feroces que no sé de dónde salían, lobos enormes que tenían colmillos gigantes que me hubiesen atravesado. Y me enfrenté a ellos. Cada mañana me dormía llorando, solo para soñar. No hubo una sola vez, del re
ue hubiera pasado un siglo, cien malditos años, el recu
hecho me hirió el hombro con su hacha. Cada hora que pasaba era más desesperante, hasta que lo descubrí. No podía matarlo, pero sí podía hacerlo desaparecer. La peor ocurrencia de mi atormentada mente. Ya no lo veía, pero me perseguía de igual forma. Creí que moriría en sus manos. Luego me di cuenta de que no podía morir. ¿Qué pasaría en esos casos?, me pregunté sin saber contestarme. Pero la respuesta vino poco después. Ese hombre no iba a parar hasta asesinarme. A g
sido repuesto, por decirlo de algún modo, per
siguiente noche él volvió. Sabía que estaba
livio. Sabía que había te
ha id
strando mis cicatrices
an bien lo
pe qué hac
as forma de
ía mo
mori
lo se
o
fue q
enses
o atrás. Estaba llena de sang
es ―dijo con
. Él se levantó el sombrero y me miró con sus ojos d
asó lo peor ―afi
y me hizo mirarlo. Era un ángel hermoso, no como lo pinta
e ves igua
ro modo pod
ue soy, un
lo e
. Mira a lo q
onte
ás, debes descansa
ro dormi
stás c
iero s
ió con
esadillas, no
supe de más nada