La cortina de cristal
ía en llamas en cualquier momento. La sangre le palpitaba pesadamente
Temía que se le escapara de nuevo, como se le había
era de su alcance. Se estaba entregando a él, y a Michael le daba vueltas la
tiempo que deseaba esto..
spalda. Era delicada, cálida y muy muy femenina. Michael dejó escapar un gruñido al sentir que el deseo se avivaba como un ascua ardiente. Le desabrochó los botones de la camisa y se la deslizó por los hombros con rapidez e impaciencia
.. Oh, sí, por favor... así..
es. Firmes, prietos duros de deseo se formaron bajo sus palmas. Pero ya no les ba
ó ella, e
otro leve estremecimiento de deseo. La apasionada respuesta
e Michael. Le temblaban las manos tanto como a él. Apoyó las palmas sobre su pecho, notando la firmeza de su pectoral.
entro y tocar la sedosa tela de las braguitas que ocultaban sus secretos. Clare se frotó contra él gimiendo leveme
ímelo -la rozó suavemente con la punta d
de
ciándola una vez más-.
jando al descubierto sus ojos do
hael... Nunca antes
ieron a punto de d
ásperamente-. Te deseo m
ver que ella lo miraba. Una extraña inseguridad se apoderó de él un instante. Deseaba desesperadamente satisfacer a Clare. Quería complacerla. Enton
os de ella refulgían co
a los muslos-. Tú también -repitió-. Oh, Dios, cariño, er
tello de razón cruzó su mente nublada. Recordó los pequeños envoltorios de látex que, lle
o -dijo co
uego recogió sus vaqueros. Llevó a cabo aquella tarea, pequeña pero crucial,
iero que sep
os labios co
, como no nos demos prisa, estallaré antes de penetrarte
í tampoco me apetece controlarme. Ya no. Hazme el amor, Michael. Házmelo como
erzo de refrenarse el tiempo suficiente para ponerse en posición. Luego quedó su
ue un estremecimiento la recorría. Era ardiente y tensa. Por un instante, Michael temió haberle hecho daño al penetrarla tan r
cha
había adivinado. Salvaje, a
-
tas
sol se filtraba entre los árboles. Michael te
untó medio divertid
oyó en un cod
ruido que
o de ti mismo. En determinadas circunstanc
nca podría s
stado en una habitación
s qué
frunció el ceño ligeramente-
en habitaciones de hoteles?
tado -dijo ella,
el. Sus ojos brillaban de satisfacción y al
h,
mente los pechos y s
en voz baj