Dulce Tentación (I libro)
fuera poco, es inmune a mi poder. ¿Cómo es posible? Me obsesiona, me fascina, y al mismo tiempo, me atormenta. Quisiera ser alguien distinto, alguien que p
absoluto cuando lo utilizo; cualquiera que caiga bajo su influencia obedecerá mis órdenes sin cuestionarlas. Mis hermanos me han pedido que lo
u voluntad. ¿Cómo es posible que un simple humano resista lo que otros ni siquiera notan? Mis hermanos se burlarían si supieran
bre la realeza vampírica, las leyendas humanas que intentan explicar lo que somos. Su curiosidad me inquieta, pero
a. La brisa acaricia su piel y ella respira con calma, en sintonía con el leve cantar de los pájaros. El sonido d
rvándola, completamente embelesado. Pero la calma se romp
As
entes con un gesto distraído. Cierra el libro y lo guarda en su bolso mientras la loba recorta l
jos brillan un instante con un resplandor lila, reflejo de mi control sobre su mente. Pe
ella con tranquilidad, esb
er, parpadeando confundida, hasta
de Economía pidió
a calma que la caracteriza. Se sacude el tra
am
se moment
idencia. Sus ojos grises chocaron con los
e supo que
rama. Sentí el impacto recorrer mi cuerpo, el aire escapando de mis pulmones
r
igera...
z en siglos, m
pregunta Karo
nde ella sin más, c
ntamente, sobán
abía -murmur
Karol hacia el interior de la universidad. Se va sonriendo. No
eocuparm
ción lo haría. ¿Debería sospechar? ¿Qué clase de humana es ella, que no sol
a hubiese estado ahí. Me teletransporto a los baños, asegurándome de no aparecer
ared, apoyando la cabeza
en los pasillos de una fortaleza universitaria.
bargo, a
de su risa vibrar en mi piel. Y
resbala por mi
la mano al rostro y toco la hu
rim
llor
ndescriptible. En más de siete siglos de
a, aqu
rmuro, sin dirigirme
mi vida, tengo mi
mi existencia, teng
ierda estás? Estoy
rostro, limpiando las huellas de esa inesperada debilidad. Nunca antes había llorado. No sabía lo que significaba o
ecesitaba huir
ocultaba nada a mis hermanos, pero esta vez... esta
para
o para discusión, pero yo no podía p
sario, herma
ompostura. El suelo frío bajo mis botas me anclaba
nde e
o de la biblioteca. No
o, vendría a buscarme y su molesta insist
inmediato, aislándome de su presencia. No neces
me ser visto. Cuando confirmé que el camino estaba despejado, me deslicé entre
que me había asaltado. Pero, en el fondo, sabía que no importaba