Infieles
xi
ada, pero era el punto de reunión de todos. Mauricio es el mayor, de treinta y ocho años, cirujano plástico, casado y con una hija de dieciocho años, la luz de los ojos de todos en la familia, mi s
y comenzaron a salir como novios hacía tres meses, pero su rostro ya era familiar entre
imo-salud
ne-dije s
nuda aquella noche en el barco, aunque ahora llevara unos vaqueros y botas bajas hasta debajo de la rodilla y un suéter tejid
maba con brusquedad por atrás y otra pensar en eso en medio del jardín de la casa de mis padres un doming
olores de la ensalada me recordaron porque amaba esos encuentros familiares
guntó Mauricio a Irene con
on gesto tranquilo y orgullo en sus ojos-, tamb
segundo, supusiera un oficio común, decir licenciada recordaba el esfuerzo que hay que h
e Mauricio, una gemela extraviada de Delfina, a penas oí
como están acostumbrados o con la disti
su espalda y sobé sus piernas mientras la acomodab
er cosas que hace el pueblo llano, deberías hacernos una mue
ó satisfech
ncant
e la salud los dos, m
n los chicos que te casarás, te
ne veintiuno también-intervino
eces mayor Ada, decíamos: la he
quejó Ada fing
re el cabello, colores oscuros: morado, azul, verde, su piel tan blanca con sus cabellos encendidos en esos colores hacia un pobre contraste que hacían sus facciones más duras. Y sí, Irene llevaba su cabello castaño claro liso y su rostro si
fastidio batiendo sus cabellos rub
solo compartimos el vientre de
omeo Mauricio, pero na
stro y sé que a Ada le gusta el de ell
finitivamente. Debía e
a con ademán infantil. Ni Eva se comportaba así, ape
í porque yo estaba casado y si bien caí en la tentación algunas veces, que mi mujer me perdon
de Mauricio, comentarios frívolos de mi mujer y de Hilda, desplantes de Eva, boberías de Ada, los eternos sil
el pasillo que daba al baño de servicio, que pretendía usar, solo porque estaba más
se sonrojó al verme, ya me había dado
o lado ocultando mi
n un gesto nervioso-, solo admir
la carrera de funcionario público que quiere seguir Camilo en la fiscalía, y q
zó a ella, su mi
olo Ada y yo, y mi madre. Ada y yo nunca pe
do. No te creas que por no pelear todo está bien. A vec
imagino a u
Mauricio que se ve ridículo rapan
es
clamé en
n de sus dientes blancos, sus labios rosa y la sonrisa que su
abi
los hombres calvos son más viriles o son per
dejaba
ego yo y el caso extremo es Camilo, con frecuencia pasa por mudo, pero con Irene me provocaba hablar. No me provocaba hablar, debo sincerarme, me
n admirar su rostro ovalado, su piel perfecta y su cuerpo recetado para pecar; sin embargo, como siempre, la llama q
fantasear con ella, eran pequeños actos que estaban peligrosamente cerca de mutar si se descuidaban, porque uno podía enamorarse, p
a la casa, entonces recordé que iba al b