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Juego de poder

Capítulo 2 Los sueños fallan

Palabras:1653    |    Actualizado en: 17/03/2022

sti

os, el escritorio. Me sentía furioso, o más que eso, sentía cosa

―me rogó mi mejor

gar? ¡No! Eso lo arrancó mi padre de cuajo de allí porque no quería nada que le recordara a su mujer; tú sabes l

a lo que tuviera que hacer, tampoco es que los terrenos se estén vendiendo con mucha facilidad. Y la mujer que lo compró es una empresaria que se enamoró del lugar en el mismo mome

sabí

favor, tampoco es pa

llí surgió el problema que

o motel el problema, y no puedes decir que no. La casa de

puede ha

a legal, aunque dudo que la deje ahora, pues estaba fascinada, ella tiene una florería en el sector alto de la ciudad y muy pronto abrirá una sucursal en el centro,

e era una de estas tipas estiradas que miran por encima del hombro a todos lo

jarás que se que

tengo

deci

te por mí ―iron

sa, eso te lo puedo asegurar, ama las plantas tanto como t

cho más que árboles

ya está todo salda

cuenta de un pequeño detalle q

é pa

se entere que el terreno colindante

jar allí los camio

qué mejor que allí, lejos de todo y, sin embargo, a mano para devolve

fico todo el día, así que su

, pues tendr

los documentos, ahora me voy porq

os a tu Usí

so ―res

s, pero que, por la misma razón, a Gustavo no le llamaba la atención, por más que ella se le declarara abie

, sería tener el recuerdo de ella latente y no quería. Ella tuvo un amante y nos abandonó, no de presencia, pues su alcurnia no le permitía un divorcio, pero sí lo hizo en casa. Su jardín y su casita eran lo más important

con un problema, uno de los camiones había chocado pues se le ha

l camión debía ser llevado a reparación. Por suerte, nadie había resultado afectado, solo un vehículo menor t

iarias, a pesar de trabajar codo a codo con ellos, pues mi empresa era de distribución de todo tipo a lo largo del país: Transportes Uribe. Mi mamá odiaba ese apellido, lo encontraba tan poblacional, y siempre me pregunté que, si lo consideraba ordinario, ¿por q

cibido para mí. Y creo que para nadie. Parecía una mariquita a la que le habían borrado los puntos, pero al acercarme

o y me pregunté cómo era que nunca lo había visto en la ciudad,

dar mis camiones en las noches. Allí estaba instalando un galpón para cubrirlos en invierno, el que ya estaba pronto

los trabajos de limpieza para luego instalar todo lo nec

á descubrió su pequeño secreto en el jardín, y él nunca lo pudo superar; al final, la tristeza y la depresión se apoderaron

iedra afuera de mi oficina, mientras me tomaba un café, mi bebida preferida. Desde allí observé a la mujer del lado, se había agachado al lado de la casita, no vi pa

ina? ―se burló mi am

poco

ecir que no, si sí ―

¿quieres

la

cina. Salí de mis terrenos, al mismo tiempo que lo hizo Gustavo. Mi

si se enco

zó un caballo blanco, ¿él está bien? ¿L

allo blanco, señorita,

por hacerle el

ningún caballo blanco,

cinturón de seguridad y se

a un rato, ¿dó

, le di al

había visto de su cara estaba llena

ver a un médico

lo coloqué en la herid

ve mu

que yo no

tamp

angrand

r malo. La s

adie sangra

; sus ojos se movieron en todas dir

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