Red Mortal
una foto t
o mi
nte mí y comienzo a felar mi
z está e
lo sobre
ver esas dos c
erda depositar tus
u campana, pasar mi lengua por su bo
mi panda. Debo irme al
a conexión inmediata a pesar de la diferencia de edades. Ella dieciocho, yo tr
la cima de mi carrera como escritor. Saqué de mi bolsillo una y se la entre
egó, mi secr
ita la señorita A
su nombre y me apre
pasar
escote que como diría Arjona "llevaba justo a la gloria" una falda a cuad
té para
da Alejandra–dije e
s y alargados, con uñas largas y prolijamente arregladas. No me co
us manos u
o mucha experiencia en cuanto al arte e
buscando emplead
ción con alguno de tus amigos de teatro. Quiero ser
refiriéndome a s
mientras humedecía su
lugar que deseaba, ese a donde las
r, que al igual que yo, intentaba huir de sus fantasmas internos. Se hizo mi amigo, desde el primer momento. Tenía mi misma
s. Me gusta ese ambiente donde los escritores dejan ver sus cicatrices y el tuét
o tejido, estilo hippie, m
do de
atrás, sembrado de angustias y credos, de oraciones incontables, de liturgia estéril. Hoy me
ser, tienen tanto poder que
nada. Todo se vuelve mentira, todo se hace oscuridad aunque encienda los cerill
me c
allí, esperando
no parecía nada lógico. Pero a fin de cuentas, los demonios habitan en am
sería bien recibido por todos. Eso me permitió participar en algunos concursos literarios. Finalmente lleg
. No niego que ser sobrino de José Alvarado, me había abierto algu
ionales e internacionales. Fue un despegue
más aún en las redes sociales, pronto me hice famoso com
ción en mí; antes ninguna mujer se había encelado, ni me reclamado con tanto ímpetú como ella. Su a
eriodista. Nos conocimos por casualidad en el estacionamiento, cuando ella se
invadía su mirada, lo que me generaba ganas de protegerla y cuidarla. Esa tarde, luego de ayudarla, ofreció
star. Esa noche Rub
ntada con la actividad. Subimos a su a
; la invité a bailar. Ella comenzó a cantar el tema cerca de mi oído "you were always on my mind" Era increíble para mí, que ella supiera esa can
grandes cosas con ella, al menos que le ofreciera matrimonio. No dudé hacerlo. Deseaba cogerla y
ba algo enferma, me acompañó a la boda junto a mi tío José. Nu
iones constantes por sus celos, ya me tenían al borde. Nos separamo
co se midió en coquetearme. Regresé a su casa y alquilé mi apartamento. Aquello pareció darle algo de pasió
ación. Yo procuré ser más discreto y selec
roto. Ella no podía, ni quería seguir a mi lado. Y trato de entenderla. Sólo que no existe nadie que pueda entender lo que siento y soy.
lena guerra mediática. Salgo al balcón de mi apartamento. Enciendo un cigarrillo. Me recuesto d
que había transcurrido, y de su declaración de amor, unos días antes de casarme,
l, la Bala que penetra directo mi cabeza, el fi
, no está. Cierro los ojos, aspiro el cigarrillo con más fuerza, mis dedos tiemblan. En tre