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Red Mortal

Capítulo 2 Ataviado de sombras

Palabras:1496    |    Actualizado en: 25/10/2021

una foto t

o mi

nte mí y comienzo a felar mi

z está e

lo sobre

ver esas dos c

erda depositar tus

u campana, pasar mi lengua por su bo

mi panda. Debo irme al

a conexión inmediata a pesar de la diferencia de edades. Ella dieciocho, yo tr

la cima de mi carrera como escritor. Saqué de mi bolsillo una y se la entre

egó, mi secr

ita la señorita A

su nombre y me apre

pasar

escote que como diría Arjona "llevaba justo a la gloria" una falda a cuad

té para

da Alejandra–dije e

s y alargados, con uñas largas y prolijamente arregladas. No me co

us manos u

o mucha experiencia en cuanto al arte e

buscando emplead

ción con alguno de tus amigos de teatro. Quiero ser

refiriéndome a s

mientras humedecía su

lugar que deseaba, ese a donde las

r, que al igual que yo, intentaba huir de sus fantasmas internos. Se hizo mi amigo, desde el primer momento. Tenía mi misma

s. Me gusta ese ambiente donde los escritores dejan ver sus cicatrices y el tuét

o tejido, estilo hippie, m

do de

atrás, sembrado de angustias y credos, de oraciones incontables, de liturgia estéril. Hoy me

ser, tienen tanto poder que

nada. Todo se vuelve mentira, todo se hace oscuridad aunque encienda los cerill

me c

allí, esperando

no parecía nada lógico. Pero a fin de cuentas, los demonios habitan en am

sería bien recibido por todos. Eso me permitió participar en algunos concursos literarios. Finalmente lleg

. No niego que ser sobrino de José Alvarado, me había abierto algu

ionales e internacionales. Fue un despegue

más aún en las redes sociales, pronto me hice famoso com

ción en mí; antes ninguna mujer se había encelado, ni me reclamado con tanto ímpetú como ella. Su a

eriodista. Nos conocimos por casualidad en el estacionamiento, cuando ella se

invadía su mirada, lo que me generaba ganas de protegerla y cuidarla. Esa tarde, luego de ayudarla, ofreció

star. Esa noche Rub

ntada con la actividad. Subimos a su a

; la invité a bailar. Ella comenzó a cantar el tema cerca de mi oído "you were always on my mind" Era increíble para mí, que ella supiera esa can

grandes cosas con ella, al menos que le ofreciera matrimonio. No dudé hacerlo. Deseaba cogerla y

ba algo enferma, me acompañó a la boda junto a mi tío José. Nu

iones constantes por sus celos, ya me tenían al borde. Nos separamo

co se midió en coquetearme. Regresé a su casa y alquilé mi apartamento. Aquello pareció darle algo de pasió

ación. Yo procuré ser más discreto y selec

roto. Ella no podía, ni quería seguir a mi lado. Y trato de entenderla. Sólo que no existe nadie que pueda entender lo que siento y soy.

lena guerra mediática. Salgo al balcón de mi apartamento. Enciendo un cigarrillo. Me recuesto d

que había transcurrido, y de su declaración de amor, unos días antes de casarme,

l, la Bala que penetra directo mi cabeza, el fi

, no está. Cierro los ojos, aspiro el cigarrillo con más fuerza, mis dedos tiemblan. En tre

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