El primer suplicio
ca de él, me dijo m
e, porque me matan. Que no fui un m
e secretario del fiscal militar. Pasados veintitr
las se leyó al
ída el con
a dirigir la palab
e ot
recomendoles que se inspirasen en s
o vendasen, pues hasta el gusano tenía der
egó la
, avanzó sigiloso el pelotó
rémulas las manos. Los rezos del capellán pronunciados a media voz eran el
Luego, cual si fuese atraído por una fuerza contraria, vínose hacia adelante, fir
borbotones del pec
eo, tras de la oreja dere
sobre el pasto, humeando; y entonces se vieron enormes los ojos de Montiel, fijos
iló en silencio de
llería brotaron
as a sacar
e el pico
ón moral y de los instintos de la masa cruda, indiscipli
. Algunos hombres he visto morir después, mas nin