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El aroma a matcha de su traición

Capítulo 5 

Palabras:1531    |    Actualizado en: 12/12/2025

de Casandra «

él había olvidado hacía mucho tiempo. Se aseguraba de tomar mi mano en público, su agarre posesivo, sus ojos buscando cualquier señal de reconocimiento de sus colegas. Anunció, con gran

taba dando cuenta de lo que tenía. Los años de negligencia emocional, las humillaciones públicas, la constante sensación de ser menos, comenzaban a sentirse como un recuerdo lejano

apeles del divorcio. Pensé que, quizás, me lo debía a mí misma, a la chica que una vez fui, llevar esto hasta el final, darle a nuestro «trato» una despedida adecuada y dig

ntador CEO, estaba a mi lado, su mano firmemente en mi cintura, su sonrisa deslumbrante. Levantó una copa para un brindis, su voz suave y sincera, hablando de nuestros diez años juntos, nuestr

e fuegos artificiales, coreografiado con música romántica, visible desde los ventanales panor

onces

un pequeño bar, estaba Anaís. Se suponía que no debía estar aquí. Se suponía que se había ido. Pero allí estaba, recortada co

ct

llo, atrayéndola más cerca. Mientras los fuegos artificiales más grandes estallaban en lo alto, iluminando la es

Recordé otro espectáculo de fuegos artificiales, años atrás, en nuestro primer aniversario. Él me había abrazado entonces también, prometiend

era él. Esto era lo que su «amor» realmente significaba. Era una transacción. Una ima

una paz profunda y desoladora. Mi corazón, que se había roto en un millón de pedazos a lo largo de los años, finalme

. Me alejé, sin correr, sin llorar, simplemente caminando. Fui al tocador de damas, saqué los papeles del divorcio que había preparado meticulosamente semanas a

. La gran gala de aniversario, los fuegos artificiales, las mentiras, todo quedó atrás. Hécto

ista de Hé

che, estaba sonriendo, estaba aquí. Incluso se veía... casi feliz. Quizás todavía podía salvar esto. La profecía

ncluso lo practiqué con Anaís, una noche tarde en la terraza, queriendo asegurarme de que cada

, Héctor, eres el mejor! Ojalá pudiera ser tu amuleto de la suerte para siempre». Se inclinó, sus ojos grandes, expectantes. Quería un beso. Dudé. Por un momento, vi el rostro de Cassie, su silenciosa decepción, su cansada resi

s fuegos artificiales eran magníficos. Sentí una oleada de triunf

n, me volví hacia Cassie, listo para continuar n

ido al tocador. Esperé. Y esperé. Anaís, siempre presente

¿está bien?

muré-, ella.

runció

a casa? Se veía

brí la puerta, un sobre blanco impecable estaba sobre mi escritorio. Mi nombre,

abría el sobre. Papeles de

palabras frías y calculadoras. «Me perteneces». Ella no había dicho una palabra entonces. No me había discutido nada. Su silencio. Su t

ono sonó

Acabo de... vi el anillo.

irada cayó sobre Anaís. Llevaba un delicado collar de plata. Una reliquia familiar. De

-rugí, señalando con un

respingo, s

upongo. Vino en un paquete anónimo. Pensé que era un deta

sie lo había dejado para que ella lo encon

vo, un mensaje de texto.

stente para que cambiara los datos. Nunca se trató del éx

irmado al final. E

amuleto de la suerte, toda la base de mi matrimonio, el éxi

on en mi mano temblorosa. Los arrug

o del estudio, de la casa, hacia la noche. Tenía que encontrar

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