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Él vio mi alma, no mis cicatrices

Capítulo 4 

Palabras:1342    |    Actualizado en: 17/11/2025

vista d

z. Mientras yo yacía en coma, luchando por mi vida, sus redes sociales eran un vibrante torrente de felicidad curada. Fotos de él

ebiendo champaña, el sol poniéndose detrás de ellos. Ese fue el día que

ando en su garganta. Ese fue el día que me sometieron a una cirugía de emergencia para rep

a sostener un teléfono, un grito crudo y primario me atravesó. Escribí un comentario furioso en su última publicación, a

concentrarme en irme, en dejar atrás esta pesadilla. Compré un boleto de avión, un viaje de i

as no había

davía débil, todavía recuperándome. El familiar olor a colonia cara, a poder, a amenaza. Los guardaespalda

evan?", murmuré

ente se detuvo frente a un edificio anodino. Me arrastraron por un pasillo tenuemente iluminado, luego a una habitación privada. Mis ojos se ajustaron a la poca luz. Era

con la de él. Parecían de la realeza, yo, una mendiga a sus pies. El rostro de Elena todaví

egunté, mi voz temblando, no

a se está recuperando de tu pequeño arrebato, C

a existir? "No hice nada malo", escupí, un hilo de san

tió, su voz peligr

tu, finalmente, era inquebrantable. Tosí, y un chorr

no te disculpas, entonces quizás tu a

enfermedad crítica, su vida pendiendo de un hilo. Era mi última familia,

lando?". Mi voz er

s por 'Nexus Innovations'". Sonrió, un brillo depredador en sus ojos. "Y yo soy el dueño de Ne

por mi abuela era un fuego feroz y protector

"¿Y bien? Tu discu

dose. "¡Por favor, Jeremías!

otando sobre un conta

an a ceniza. "Lo siento. Elena. Lo siento". Las p

s. Necesita demostrar que lo dice en serio". Cogió una botella de líquido transpa

cia. Él lo sabía. Lo sabía absolutamente. Siempre había sido tan cuidadoso con mis alergias, asegurándose de que ninguna comida o bebida contuviera ni un

o", supliqué, mi voz ronca,

mática, Celina. Un poco de licor no te hará daño. ¿A menos que prefieras

ya se estaba cerrando por el miedo. Agarré la botella, mi mano temblando, y me la llevé a los labios. El líquido ardiente me quemó la garganta. Me atragant

agudo y abrasad

a, mi garganta era un desastre crudo y ardiente. Los médicos trabajaban fren

una enfermera, agarrándola

ó. "Lo siento, querida. No tengo es

norando el dolor, y salí tambaleándome de la habitación. Mis piernas estaba

, el olor a antiséptico. Mi corazón latía con fuerza. La enfe

llamó antes. Se negó a dar el consentimiento para su cir

abía hecho. Realmente lo había hecho. Había sacrificad

is dedos torpes con los números. Llamé a Jeremías. Sonó u

e digas que no has terminad

e. "Por favor, Jeremías. Por favor.

abellón silencioso. "Oh, Celina. Siempre tan dram

cosa! ¡Solo sálvala!". Estaba suplicand

ina. Elegiste tu cami

a se cortó. Mi

rdíaco. El monitor cardíaco de mi abuela. Una sola línea agonizante se extendía por la pantalla, un tes

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