a sus manos por medio de su abogado tenía un peso mucho mayor que cualquier documento oficial. No solo era una firma,
. Su tono era serio, pero no exento de simpatía. Al ver la expresión
da. Sus ojos recorrían rápidamente el testamento, buscando res
a. La sala estaba silenciosa, solo el sonido del rel
mpresa. Pero hay algo más, algo que no mencioné antes. -El abogado
surro, como si supiera que lo que ve
añía fue tomada por Ricardo Varela, su socio. Según el acuerdo original, tú deber
ombre que siempre había estado en segundo plano en las reuniones de la familia,
in poder contenerse. -¿Cómo me
modo. No era fácil decirle esto a una
cuerdo que nunca llegaste a ver... -Se detuvo, mirando a Valeria con pena-. El acuerd
os, sintiendo que su c
o otra vez, buscando algo que no pudiera entender.
ivo: recuperar lo que era suyo. El tráfico en la ciudad parecía ajeno a la tormenta
a recepción, donde un joven con gafas le
aleria no le prestó atención. Estaba concentrada en lo que le esperaba. Te
amente. Los empleados se detuvieron y se giraron hacia ella. En la cabecera
u tono relajado, casi desinteresad
lo que pensaba, pero su rabia no la dejaba pensar con c
orpresa y desdén. Luego, soltó una pequeña risa,
io. Fue una transición natural. Las cosas cambian. -Ricardo cruzó los brazos sobre su pecho, observándola con calm
Cómo le explicas eso a una hija que acaba de
co, sus ojos no se apar
veces, se necesita a alguien con más... visión. Tu padre no fue capaz de
rabia la invadía. ¿Cómo podía ha
quebró, pero se mantuvo firme-. No te
ja, claramente entrete
o un paso atrás y le sonrió con suavidad, pero había algo amenazante en su expresión.
n creció. Si lo que Ricardo quería era una guerra, lo i
entía. Sabía que estaba tomando un camino peligros
apenas comenzaba. Pero ya había tomado la decisión. No sería una simple espectadora. Esta vez, Ricardo Varela
dijo a sí misma mientras