misma estuviera en un ritmo frenético y constante. Todo parecía en su lugar, todo parecía estar bien, pero no para ella. Clara Santiago caminaba por la acera de la 5ta Avenida, encogida bajo un abrig
atrapada en pensamientos
a y religiosa, siempre le había dicho que debía buscar un hombre estable, casarse y formar una familia. Pero Clara nunca fue esa clase de mujer. Se había propuesto algo diferente. Quería ser exitosa, quería tener poder, y no iba a dejar que nada ni nadie se interpu
o podía sobresalir en un campo tan competitivo. Pero Clara nunca se rindió, siempre se mantuvo firme, luchando por conseguir lo que quería. Fue en ese entonces cuando, por casualid
su capacidad de manipulación. Reyes sabía cómo manejar a las personas, cómo obtener lo que quería sin que nadie se diera cuenta de sus verdaderas intenciones. Clara, por su parte, se convi
to de trabajo le brindaban una estabilidad que muchas envidiarían, Clara no podía dejar de sentir que algo faltaba. Había tocado el cielo profesionalmente, pero había sacrificado su v
e. La mujer que la había citado, Carolina Duval, era una figura misteriosa en el mundo empresarial, conocida por su habilidad para mover los hilos en la sombra. Carolina le ofreció algo q
lo de mármol. La cafetería estaba llena de gente, pero Carolina la esperaba en una mesa
guntó Carolina sin levan
elosa, tomando asiento frente a la mujer, pero
durante unos segundos, y lue
esgo. No te estoy pidiendo que trabajes en una empresa, ni que negocies un contrato. Te esto
sintiendo que algo en
? - preguntó, sin oc
ella, y en sus ojos bril
ó, sin dar lugar a dudas. - Este hombre, Antonio Alvarado, está casado con una mujer poderosa, Valentina.
o vacilar, pero la oferta era tentadora. El dinero, el poder, la posibil
preguntó finalmente
ojos llenos de una se
e sus palabras calaran en Clara. - Además, sé que necesitas esto. Lo que te ofrezco es más que dinero. Te ofrezc
sopesando sus opciones. El futuro brillante que siempre habí
que sí? - preguntó, su
a ella, como si estuvier
, Clara. Te daré acceso a un mundo que jamás imaginaste. Pero lo
aba la oferta. Podía sentir la tensión en el aire, com
s, un escalofrío recorrió su espalda. Clara Santiago no era una mujer que tomara decisiones
na satisfacción que n
y le extendió una carpeta con papeles. - Aquí
a conocía, estaba a punto de cambiar para siempre. Pero había algo más, algo que no habí