rápido y ruidoso, nada que ver con Mendoza, donde la vida se sentía m
dencia, empezar de cero en una ciudad que no conozco pero
d bien, de esas que todo mundo menciona con respeto. Todavía no me la creía del todo, y aunque estaba
elo, de esos que con una sonrisa te convencen de lo que sea, siempre ha sido co
bió con los brazos abiertos y una botella de vino tinto, lis
na grande en el salón que deja ver las luces de la ciudad, me e
desempacábamos unas cajas en el suelo del salón, estaba sentado e
-le contesté, acomodando unos libros en una repisa que apenas h
mpre me hace dudar- no te estoy diciendo que nos pongamos hasta las chanclas, sol
que siempre se le alborota un poco y unos ojos verdes que parecen sacados de una película, pero para mí, es solo Sebas
apenas estoy aterrizando en esta ciuda
o si se rindiera- pero mañana después del trabajo, sí
nriendo- si logro sobrevivir al d
l para la cena -dijo, guiñandome un
dades, pero la cocina no era una de ellas, una vez intentó hacerme un
cocina del depa, que es pequeña pero moderna, con una barra de grani
le sonreí y no quise discutir más, ya
e dormir. Tenía apuntado el nombre de mi nuevo jefe, Martín Gallardo, el director creativo de la agencia, chequé mi ropa -un pantalón
l" sería el dueño o algo por el estilo, pero no le di más importanc
un zumbido constante de carros y voces que no paraba nunca, cerré los ojos y respiré profundo, mañana
aro, pero no pude quedarme en la cama ni un minuto más, me levanté, me puse unos jeans, una sudadera y mis tenis favoritos, y decidí salir a
n altos que parecía que tocaban el cielo, y las calles estaban l
el depa, después empecé a caminar sin rumb
ranquilas en el patio de mi casa, tomando mate, pensé en mis hermanos, que seguro estaban ocupados
star aquí, en una ciudad tan viva, tan diferente, sí, traía
lados, y un señor les echaba migajas de pan desde un banco, me detuve un segundo
azo fuerte, levanté la vista y vi un carro de lujo, ne
idir, una mujer se bajó del carro con prisa, tenía el pelo rubio despeinado, gritaba a
nas, pero entonces la puerta del copiloto se abrió de golpe
ara atrás, y sus ojos... esos ojos azules juro que eran tan fríos como el hielo, se
rer, la mujer se le acercó furiosa y levantó la mano para darle un
a acostumbrado a lidiar con esas cosas, pero había algo e
a de que pisé una botella de vidrio vacía que alguien había dejado en la banqueta. El "crac" resonó, y el hombre
que pudiera escaparme, él empezó a caminar hacia mí, mi corazón se puso a latir como loco, y el café en mi mano tembló un
ó de arriba abajo como si me estuviera estudiando, fu
fría, casi burlona, como si yo fuera una ni
e. ¿Quién se creía este tipo para hablarme así? L
que iba a haber función,
como si estuviera procesando lo que dije, pero luego, contra todo lo que es
a vuelta, se subió al carro y se fue, la mujer, que todavía est
ra ese tipo? Sacudí la cabeza para despejarme, no tenía tiempo para eso, tenía que enfoc