Bajo dos lunas
, mientras los ecos de sus palabras parecían envolverla en una maraña de incertidumbre. La profecía. El artefacto. La unión de las dos lunas. Todo aquello pesaba sobre sus hombros como una carga qu
ne se levantó de la cama con movimientos lentos, su cuerpo cansado, pero su mente aún corriendo a toda velocidad. Miró hacia afuera, observando
sus labios. En su mente se agolpaban recuerdos y preguntas sin respuestas. Aric, el príncipe que había jurado destruir. ¿Cómo podía ser que su destino estuviera ligado
o. Los árboles se alzaban altos y frondosos, sus hojas susurrando con el viento, mientras el agua de una fuente caía suavemente, creando una melo
y controlada. Con cada paso que daba hacia ella, su corazón se aceleraba ligeramente. Sabía que Kieran era uno de los pocos en el castillo que aún no la veía como una
an, deteniéndose a una
su voz sonaba cansada, como si llevara días sin descansar. No solo su cuerpo, sino también
, pero con una suavidad que Selene no había escuchado an
, su rol de princesa siempre la había obligado a ser fuerte, a llevar una fachada que escondiera su duda y su dolor. Per
por un instante. -No sé si puedo seguir adelante con todo esto. La reina... me ha dicho cosas sobre el matrimonio, sobre la
nada de inmediato, solo la miró fijamente con esos ojos grises q
ropio camino. En este mundo, a veces somos arrastrados por las circunstancias. Pero aún en medio de todo eso, siem
aban de sentimientos o aspiraciones. Siempre era directo, práctico, incluso algo distante. Pero hoy, algo en
si se refería al destino, al matrimonio o a su lucha interna, pero algo dentro de ell
aún firme. Su presencia era reconfortante, y aunque no había
irlo sin más. El futuro, princesa, es algo que se forja día a día. Si este matrimonio es lo que se necesita para la paz, entonces lo cumplirá
tiempo, Selene sintió que había una posibilidad de cambiar las reglas. No solo era una princesa a
aba comenzando a elevarse, y los primeros rayos de luz comenzaban a iluminar los jardines. La luz dorada
eguía presente, algo dentro de ella había comenzado a cambiar. El futuro ya no parecía tan inque
su tono más firme. -Haré lo que de
na sonrisa de alegría, sino de comprensión. Una sonrisa que decía que él entendía lo
ces, la mayor batalla que libramos es l
ión de que su destino no sería un peso que llevaría pasivamente. En este juego, ella también jugaría, y nadie
e, las sombras del pasado comenzaban a desvan