Triángulo de Poder
las luces brillantes, todo eso ya no era suficiente para deslumbrarla. Había algo en el aire, algo entre esos tres hombres que la rodeaban, que no lograba ignorar. No se tr
a uno de los balcones del salón, buscando la quietud de la noche. La ciudad se desplegaba ante ella, como un lienzo iluminado por miles de luces que parecían reflejar
ón, vio la silueta de Sebastián. Estaba mirando hacia el
un susurro, pero cargada de un significado claro. Sabía que Sebastián no era de los que hablaban en vano,
ara ese momento. La mirada de Sebastián era firme, pero tambi
o en su tono que hizo que Valentina dejara de lado cualquier guardia. Él no había dado un paso hacia ella, no había hecho el mov
mirando las luces de la ciudad que se e
vez que lo conoció. Sebastián no se ajustaba a los moldes que ella conocía. No era un hombre que se moviera por ambiciones inmediatas ni por la necesidad de estar siempre en
ro de una manera tan sutil que Valentina no lo percibió como una invasión de
entina vio algo en él que nunca había visto en los otros dos hombres: una vulnerabilidad en su mirada. Algo que parecía tener más que ver con lo
le había ofrecido nada que no pudiera conseguir por sí misma. No le ofrecía riquezas ni la posibilidad de ser parte de su mundo de in
iera revelando una parte de ella misma que no quería mostrar. Valentina no era de las que se dejaban llevar po
, sin el orgullo de quien sabe que está gana
o. - No se trata de lo que cada uno tiene o puede ofrecer. Se trat
a. Pero Sebastián tenía razón en algo: la vida no era un juego de poder. Al menos, no siempre. A veces, lo que más se va
a Álex, quien se acercaba con su habitual aire de seguridad, pero esta vez algo había c
, casi como un desafío. - ¿Te has
él la había abordado, directa y sin rodeos, no era como las otras veces. Parecía ser más sincero
a una cuestión que necesitaba responderse, porque Valentina ya no podía ignorar lo evidente: cada uno de estos hombres estab
mado, que le daba una nueva luz a su presencia. No era solo el hombre que había llegado a
a franqueza que la sorprendió. - Quiero algo más. Quie
spuesta a ceder tan fácilmente. No podía. Sabía que los tres hombres estaban allí por una razón, y e
ue tenía que decir, y ahora era momento de que Valentina decidiera. La noche había llega