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Valle de los Lobos

Capítulo 2 2

Palabras:1563    |    Actualizado en: 21/02/2025

1 - IN

1

ara trabajar bajo el sol apenas tibio de noviembre. Más allá, ignoraban los comentarios galantes de los caza

gua para Tea sin incidentes. Por las dudas, bajé mis mangas cuanto pude y ajusté el chal que me envolvía

os hostiles. Por eso siempre insistía en venir al pozo al amanecer, cuando no tenía que cruzarme con nadie. Pero los experimentos de Tea la habían dejado sin agua para la

apresurada, manten

í las cubetas y me alejé con tanta prisa como me era posible sin derramar el agua. A mis espaldas, los murmull

, demonio

ás. Dos piedras más volaron j

omin

upas

rodearían para golpearme con sus espadas de madera y darme puntapiés. Sus pasos en la plaza

ba por ponerme de pie a pesar del dolor en uno de mis tobillos. Logré alejarme antes que me cayeran encima y superé la úl

ran sus piedras. Sabía que se demorarían allí hasta que los llamaran a cenar,

Ya volvería a casa de Tea cuando s

ua se precipitaba allí por encima del ancho muro natural de piedra que se desprendía de las colinas, y la alta cascada caía en un estanque poco

é caer a la orilla del estanque, tironeé hasta quitarme las botas y hundí lo

pierna y tratando de recuperar el aliento. Dejar de llorar me llevó más tiempo. En

io del pueblo, ya me habría habituado al maltrato. P

nada que temer en aquel territorio seguro. Y mis ojos de demonio, como los llamaban, me permitirían hallar el camino de regreso a oscur

mis pies en el agua. Poco a poco logré recuperar la calma. Oscurecía con esa rapidez típica del otoño. Pront

resaltada, volteando a mirar hacia la huella que descendía del barranco a mis espaldas. ¿Acaso un león de la montaña

na tunda. Los señores del Valle jamás acotaban nuestra libertad, pero como los encargados de velar por nuestra seguridad, no les gustaba que nadie corriera riesgos in

bía que no olía igual a los demás aldeanos, y tal vez así podría disfrazar mi apocada esencia y o

iré un poco más, y casi había logrado atrapar una cuando el lobo salió de entre los árboles. Corpulento y de movimientos elásticos, elegantes, su espesa pelambre se veía

contra el árbol, y me cubrí la boca con una mano. Se decía que eran capaces de escuchar el lati

el extremo de la cola. Su pelambre pareció aclararse y acortarse ante mis ojos atónitos, y un instante después ya no era pelambre an

in su expresa autorización, ¡ni qué hablar de verlos transformarse! Tea había insinuado que eso s

en la garganta y mi pecho ardiendo de puro terror. Sin dudas olería mi m

l estanque, y luego el rumor de la cascada cambió. La curiosid

o un triángulo desde los anchos hombros a la cintura esbelta, los brazos musculosos flexionados mientras

tan pálida como la mía, y en la penumbra de la noche parecía tersa como la seda. Entonces el primer rayo de luna tocó las copas de los árboles y la cima d

isible, como si hubiera sido hecho en tinta plateada, que le cubría la es

Tea me había habl

er hombre, cualquier

nía que toparme con el lobo más poderoso y temido de

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