Obligada a casarme con el CEO infiel
ítu
es a l
eó fuerte al cerrar su libreta. La idea de almo
minó al comedor, donde espera al rededor de
squina derecha de la mesa y
inal del verano -Elha interrumpe
s de más de dos meses. También me alegra que est
osa y guarda silencio unos minutos antes
e Martina y le regala una so
os, quiero que lo conozcan -comenta sin leva
nta Ricardo restándole importancia- ¿Se t
imaginario, cielo?
Sé llam
temblar a la chica-. No quiero sorpresitas, Elha. No es como si pudieses decidir algo en esta casa. Si e
de Adrián con su padre no sería una tarea fácil y por un momento sintió miedo de se
hacer era lo una locura, pero no quería seguir escondiéndose de nadie y creía que hablar con su padre era n
i tengo referencias de él -agregó Don Ricardo mirándola fijamente-. ¿
-responde temblando de miedo-. Y
nte como ese, así que tu amiguito no pondrá un pie
uiera lo conoces. Solo da
é que castigarte. Otra palabra más sobre este tema y tendré que enviarte a estudiar a I
de Adrián, la anciana estaba a punto de sufrir un desmayo, de lo nerviosa que se
señora Brucelli; me pr
omedor?», -pensó Don Ricardo muy enojado, mientras tiraba la se
e las nóminas de trabajo -interrumpe Don Ricardo mirándolo de manera
papá -respondió Elha, casi
llevaba a la boca, haciendo un terrible desastr
ovio? ¿Te has vuelto completamente loca? ¿Quién te ha dado
or -suplicó El
laneas dedicar tu vida a lavarle las medias a un
es algo de otro mundo, son jóvenes y los jóve
bandonar sus estudios para dedicarse a criar a los hijos del asalariado profesor de p
ue bien las cosas -agregó Martina una vez más
ealmente intolerante y estúpido. ¿Qué se ha creído esta
u hija había sido capaz de ligarse con un hombre de bajos recursos
ue yo... Quizás podía tener solo uno -respondió Elha en un hilo de voz, mue
esa cabezota y una pizca de sentido común te darías cuenta de que no debes meterte c
o An
a ella -comentó Martina tratando de arrojarle más leña al fuego-. Mi niña,
que yo no poseo sus mismas riquezas, pero estoy seguro de que su hija estará bien conmig
urmuró Martina, con una
ada? -Don Ricardo lo mira fijamente desafiándolo-. ¿Si mi hija se enferma a donde la llevarías? ¿Al dispensario público del pueblo? Pues déjame decirte que ella está acostumbrada a l
a adecuada, no importa donde sea, el dinero no lo es todo en la vida -responde Adrián seguro de si mismo-. Mientras más insis