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EL CEO Y SU ASISTENTE PARALITICA

Capítulo 4 CAPITULO 4

Palabras:1222    |    Actualizado en: 03/10/2024

n la silla frente a mi escritorio, cruzando una pierna sobre la otra, mientras me observaba con esa mirada que había llegado a conocer tan bien, una que solo traía peligro y promesas d

naba como un susurro cargado de veneno-.¿ Cuatro o cinco años? ¿Eliminas

lde de agua fría. ¿Estorbo? ¿Así

seca, una que me heló la sangre y

a lisiada, estás en una silla de ruedas , no vales nada. Qué lástima que

r cómo un escalofrío

mitiera aceptar finalmente la verdad-. No puedo imaginar tanta maldad que tienes en tu corazón , ¿cómo es posible qu

, como si no le importará, e

ertí que no quería que nadie supiera de ese hijo bastardo, y lo mejor que podrías hacer sería d

-le respondí con un valor que no sab

nombre de mi bebé como si fuera una ofensa-. Me sorprende que a

No podía permitirme el lujo de quebrarme frente a él, no podía mostrarle que me ten

que me sacó de m

ono era preocupado, y al vernos, se detuvo a u

ue pude forzar-. El señor Andrés solo me estaba come

ero era una sonr

discutiendo algunos detalles

daron fijos en mí por unos segundos más,

ndrés -dijo finalmente Santiago an

a mi escritorio , colocando una mano

nte -.No quiero que nadie se entere que esa bastarda es mi nieta , no me

sonrió satisfecho, caminando hacia la oficina de Santiago como si no hubie

r que tuviera de nuevo el poder sobre

da en mi hombro. Levanté la vista y encon

con suavidad, agachándose para qu

s, quien dió la orden de que ese auto me atropellara, Valeria. Él sabe de Megan

n se apoderaban de ella. Valeria siempre había sido mi roca, la que me sost

yo esté aquí. Y no te va a tocarte a ti tampoco. Vamos a

eria. No quiero perder a

vicción que casi me hizo creerle-. Porque no va

lpe, dejándonos ver la imagen de Andrés saliendo y San

ma Amelia, necesito que vengas conmigo

l -¿Qué pasó? -pregunté, sintiendo que

la guardería -explicó Santiag

fuerza, impidiendo que me perdiera en mis temores por completo, y juntas seguimos a Santiago fuera de

ientras nos dirigíamos a la guardería de la empresa.Mis pensamientos me gritaban

s brazos de una de las cuidadoras. La tomé entre mis brazos, sintiendo cómo mi cor

Santiago, la rabia sustituyendo al

negó con

ometo, Amelia, que no vamos a

evitar sentir que esta batalla apenas comenzaba. An

supe que haría lo que fuera necesario pa

leria, poniendo una mano en mi hom

inua

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