Edwar "El Sigma de la manada"
ándose de protegerla de los peligros que pudieran aparecer en medio del bosque, conocía aquel lugar a la perfección, ha
nde podremos ocultarnos. Pero debem
erarla. De pronto, la tomó por la cintura, la echó sobre su hombro y comenzó a andar, aqu
enía su mano y corría delante de ella. A ratos la dejaba ir adelante y guardaba sus espaldas, luego la alcanzaba y continuaba corriendo a su lado. Su respiración
-dijo con
egura? -p
s como tú dices, que vienen es por mí, n
ó parcamente. La colocó en el suelo, ella tom
desesperada huida. El aullido de los licanes resonaba en el bosque, acercándose cada vez más,
e una colina rocosa, iluminada débilmente por la luz de la luna. Sin dudarlo, redoblaron sus esfuerzos y co
alivio momentáneo al estar a salvo, al menos por el momento. El interior de la cabaña estaba po
or un buen rato. -dijo él, mientr
involuntariamente. Al verla temblando de frío, él se quitó el suéter, lo exprimió lo más que
-dijo y se lo entregó, ella tomó el suéter.- Cre
verme desnuda?
malcriada -contest
delante de él, quién no pudo
ella, entonces ella contempló su trasero y mordió su labio inf
ía aunque rápidamente se iba cicatrizando. Agotado se dejó caer, adoptando una posición fetal y sin darse cuenta se q
aunque él insistía en que la estaban buscando. ¿Pero por qué a ella? Revivió entonces en su mente aquellas imágenes de aquel momento de terror, de
año que lograba atraerla de aquella forma, al punto de doblegar su propia voluntad? Su piel se erizó por completo, se cubrió con sus propios brazos, temblando de frío. De pronto, lo escuchó quejarse
ña ventana, recogiendo con ambas manos el poco de agua
bre -dijo ella, t
-dijo tembla
o. Se colocó detrás de él, se recostó y lo cubrió con sus brazos. Al sentir la tibieza de su cuerpo poco a poco dejó d
él volteando su
bien. -Le con
lirroja, ella se había quedado dormida junto a él, la observó y contempló su silueta, sus senos redondeados, apenas cubiertos por el escote del vestido rasgado; su piel era tersa y blanca
Pronto sintió su suaves mejillas y deslizó sus dedos por el contornos de sus labi
zos, la noche estaba fría y su rostro quedó frente al de la chica. Sus labios se sintieron como un imán atraídos y sin querer evitarlo, la besó. Ella despertó
eza, entrelazando sus dedos en el cabellera del apuesto lycan. Los labios de él iniciaron el recorrido por su cuello,
gar hasta sus senos turgentes y ávidos de ser saboreados, Edwar liberó el primero de ellos con una de sus manos y se dedicó a saborearlo, la hermosa chica, se movía cadenciosamente al sentir como la leng
ha mental entre razón y deseo se enfrentaban dentro de su cabeza, pero un tercer implicado parecía no importarle nada de lo que e