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Las lunas de Xetrón

Las lunas de Xetrón

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Capítulo 1 CAPT 1

Palabras:1773    |    Actualizado en: 25/05/2024

dor y sus reinos y castillos —desde sus colinas dominaban los horizontes— numerosos monarcas

teada luz en las misteriosas noches en las que cientos de animales y criaturas que no se atrevan a hacerlo de día, aprovechaban la oscuridad para convertir de aquellos cuerpos un festín, necesario para la supervivencia. Tan oscuros se volvieron aquellos lejanos tiempos en Nagarta, que un dios hast

on el paso de los días comenzó a extenderse y su presencia malévola ensombreció toda tierra conocida, y las calamidades, plagas y muertes se propagó a tales horizontes, que para perdurar al exterminio, cuantos humanos continuaban vivos no tuvieron más remedio que buscar amparo

eran los enormes drakgus, los cuales sobrevolaban l

ie y descubrían el cambio. Con el paso de los siglos, la superficie recobró su vitalidad y vida, aunque muchas especies se apagaron, otras nuevas y diferentes surgieron para ocupar sitios vacantes. Nuevos castillos y reinos se consol

quilados; sin embargo, lo lúgubre aguarda pacientemente adormecido para que se cumpla el plazo y de nuevo desatar el motivo de su arribo, pues se ha llegado a creer que su despertar será invocado por esos sentimientos adversos que perduran y también brotan

por tanta putrefacción espiritual, se volverá a despertar y ab

ios medios; al este de l

uienes se aventuran a viajar relativamente cerca, sufren las consecuencias. Como ahora lo hace el príncipe, Rándat, quien cabalga a la cabeza de una fracción de la corte del próspero reino de Lenmar, que desde hace ya décadas es codiciado por otros reinos y hordas, no solo por su

os ojos, mi príncipe— le manifiesta uno

or viento llega desde ese costado y ya n

ura, desde hace horas creo que tengo las nalgas puestas sobre un balde con arenisca y traquetean como lo ha

que con sus bocas aun cubiertas por gruesas t

d y si esto no termina pronto perder

mos, aunque nuestros pulmones ya no tengan capacidad para un gramo más— aseveró el

rsisten a cualquier embate —los ancestrales monolitos— que cómo devoción al dios Romancix, fueron erigidos por una casta de gigantes ya extinta, quienes pudiendo dominar con su descomunal tamaño y fortaleza toda la faz del continente, no fue así. No era su menester hacerlo ni imponerse por encima de los habitantes más insignificantes en intelectualidad, tamaño o fuerza, por el contrario, los misterios seres siempre fueron afables, amorosos y nobles. Atribut

tad, el amor, a la felicidad o el matrimonio, tales atributos que en aquellos salvajes tiempos únicamente moraba en

da de Laisessy la escogida, en su reino y cuando apareció con su cortejo, y las dos delegaciones ya estaban en el sitio acordado, representantes de ambas comenzaron a preparar los ritos y festejos preestablecidos; ya que debían aguardar tres noches más a que el dios Xetrón cerrara sus ojos en el cielo y en ese tiempo que según

xtiende a la redonda en la base de los monumentos: príncipe y princesa, lucían esplendorosos, radiantes y silen

a otorgado el poder para conocer su disposición. Es entonces que le pregunto ante los cerrados ojos de Xetrón que ahora no vislumbra lo que acontece, no obstante, su igual Diurnuss ve, escucha y le comu

era a joven, apuesto, elegante y refinado, no le agradó cómo se suponía debía ser, sin embargo, estaba obligada a represen

oso, traía la incertidumbre y la esperanza en mi pecho. Ahora toda duda fue desvelada. Para que los de Asubiss amemos con fervor la pareja debe cumplir c

ntes, pues siempre uno u otro encontraba motivos para exponer un desapruebo que irremediablemente nunca subsanaba las consecuencias deseadas,

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