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Bilionaire encantador

Capítulo 5 Nervoso

Palabras:1421    |    Actualizado en: 26/02/2024

ano descansando cuidadosamente en la curva de mi espalda. De alguna manera, su toque no me pareció abusivo. Era respetuoso y eso habría que tenerlo en cuenta. -Carolina. — Encantado de co

jos... eran fascinantes. Eran casi dorados y estaban maquillados de una manera que los hacía resaltar, haciéndolos aún más expresivos. Llevaba demasiado tiempo observándola, tanto que la niña centró su atención en el cristal. No quería parecer otro de los imbéciles que deberían estar deseándola, porque ese no era el caso. Por muy atractivo que fuera... no estaba buscando ese tipo de cosas. Y probablemente ella tampoco. Nos quedamos en silencio y aproveché la cercanía del barman para pedir algo de beber también, pero opté por algo sin alcohol. Un refresco esa vez. Al parecer Fernando realmente había salido con las dos mujeres y yo ya no estaba de humor para beber. No tenía coche, tomaba un taxi, pero había un límite en cuanto a lo borracho que podía permitirme. No es que fuera débil ante las bebidas, pero odiaba la sensación del día siguiente. Tomé el primer sorbo y escuché a Carolina, así se llamaba, ¿no? - suspiro. — Mira, sé que no me conoces, pero no soy ese tipo de chica — dijo de la nada. Dirigí mi atención hacia ella, frunciendo el ceño. —¿Qué clase de chica? — Pregunté levantando una ceja en el momento en que me miró. — ¿Quién tiene ese tipo de cara? Una comisura de mi boca se curvó en una sonrisa. — No hace falta que te expliques — respondí tomando otro sorbo de Coca-Cola. Y era verdad, no necesitaba decir nada. Yo era sólo un extraño, un chico con el que se había topado y había decidido ayudarla. Pero no podía negar que no se me había pasado por la cabeza por qué una chica que parecía tan tímida y dulce le daría una oportunidad a un imbécil como ese. — La gente oculta quiénes son realmente, ¿no? Es muy fácil fingir. — Sí, eso es exactamente. Pero no todo el mundo sabe hacer este tipo de cosas. — Ella también sonrió. — A veces pienso que soy muy tonto o ingenuo. Siempre creo en lo mejor de las personas y eso me hace derrumbarme. — Esto no siempre tiene que ver con la ingenuidad. Podría ser algo sobre tu personalidad. — Debe ser genético. — Su sonrisa se amplió y adoptó una mirada soñadora, mientras su dedo jugaba con el borde del vaso. Fue un poco aleatorio, pero noté que el esmalte que llevaba en las uñas era muy claro. Además no eran muy largos, muy naturales. — Mi madre también era bondadosa. - ¿Fue? Carolina volvió a alzar sus encantadores ojos hacia mí, casi avergonzada. — Lo siento, no es el tipo de conversación para tener en un bar, especialmente con tu héroe de la noche. — Se repitió la a

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