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Tomando el tren azul

Capítulo 6 6

Palabras:1279    |    Actualizado en: 23/09/2023

11 - Granja

que prometerme que est

uiero ir. - Sarah lloraba

lo, mi amor. Es un

uiero. - El

or la puerta,

qué llo

señora -explicó

ah? ¿Por qué no

ero ir s

arán esperando. Cuando tu hermana se fue, eras aún más joven y no hiciste esto. Todas las mujeres

Tengo miedo -pidió la niña, to

starás allí, niña. Cuánta gente quería este billete y no tuvo la oportunidad. Por suer

iero... - conti

burrirá. Incluso podría enviar a Lia lejos para castigarla.

niñera se fuera por su culpa. Y sabía

jo Sarah con tristeza,

en y todo saldrá bien. - Ma

que seguía sentada a

voy y no estás a

ta. Siempre estaré es

lo pro

rometo. Pero también ti

rometo -le aseguró la niña, sin

acordarás de mí y que no

ometo, Lia

no olvidarme nunca. Pero cuando volvió de allí, me odió. Creo que la repulsión era simplemente porque yo era negro. En ese lugar te hablarán mal de algunas personas, cariño. Quizá intenten enseñarte que los negros no somos como tú. Intenta no creértelo todo, jovencita

mucho. - Sarah abrazó a la niñera.

e insistían en caer por el rostro claro y delicado de Sarah-. - Vamos a bu

alón, João, Marla y Júl

os, Sarah -ordenó

abrazo a su madre y

ah. Pero estoy segura de que te

gura de lo que ya es,

intentó dar otro abrazo a su querida Lia, fue deten

adre. Le habían enseñado que no podía llorar y que, si lo hacía, nunca debía ser en presencia de otras personas. Pero sabía que podía hace

re todo con el silencio

ban en voz alta, algunos gritaban, la mayoría sonreía, los niños lloraban. Había mucho polvo a lo lejos, que el viento les acercaba, a veces cegándoles lo

ural. Es muy rápido... En poco más de un día estarás en Deolinda. Hay un camarote reservado para que duermas, o si lo prefieres, puedes quedarte allí por tu cuenta hasta el final del viaje. Cuando qu

o llegue a Deolinda

bien. Cuando vuelvas, serás una niña, estarás lista para el matrimonio. Sabrás comportarte como una verdadera d

ior del tren? Tengo miedo -dijo en u

No es que su padre fuera un hombre que se compadeciera de nadie, pero tal vez ella, siendo su hija, podría

contemplar el paisaje. Era el vagón restaurante. Había una mesa delante de ella

lmaditas en la espalda y decían cosas que ella no entendía. No había hom

do saldrá como esperabas -le

ego empezó a enjugárselos con el dorso de la man

iós,

nador necesitaba hablar con él. Y su padre se marchó, sin mirar atrás, dejando allí a la pequeña Sara

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