Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
"Aquí está el acuerdo de divorcio, Philip. Ya lo he firmado. Por favor, dáselo a Carlos".
Después de armarse de valor, Debbie Nelson le entregó el acuerdo firmado a Philip Brown, el mayordomo de la familia Hilton.
Este se sorprendió cuando escuchó esas palabras. Al principio, pensó que esta quería divorciarse para dividir las propiedades de Carlos Hilton, su esposo.
Pero cuando leyó el documento, descubrió que ella quería renunciar a todo, incluso a lo que le tocaba como propiedad mutua.
Philip lanzó un profundo suspiro. "¿Por qué está tomando esta decisión, señora Hilton? ¿Por qué querría divorciarse del señor Hilton e incluso renunciar a lo que le pertenece?".
Ella era solo una estudiante universitaria y no tenía padres. No era prudente que pidiera el divorcio ahora, y mucho menos que renunciara a una propiedad que valía una fortuna.
Avergonzada, ella miró hacia otro lado mientras se rascaba la nuca. "Carlos y yo llevamos tres años de casados, pero nuestro matrimonio solo existe en papel. No quiero perder más tiempo con él", admitió, ya que no pensaba ocultarle el motivo a Philip.
Tenía una vida propia, y no quería que ese matrimonio simbólico le quitara la juventud.
Él era simplemente un extraño a quien nunca había visto, por lo que no tenía nada que perder si lo dejaba. Además, ese matrimonio había sido arreglado por sus difuntos padres. No sentía absolutamente nada por ese hombre.
"Bueno, parece que ya se ha decidido. Hoy día... No. Mañana le daré esto al señor Hilton".
Debbie suspiró de alivio. "Gracias, Philip", respondió con una hermosa sonrisa.
El mayordomo se levantó para marcharse, pero antes de dar un paso, se volvió hacia ella. "Señora Debbie, el señor Hilton es un buen hombre. Creo que ustedes dos son la pareja perfecta. Espero que piense en ello".
'¿La pareja perfecta?', pensó ella. Pero ni siquiera había visto a su esposo durante los últimos tres años. ¿Y qué si lo eran?
Debbie esbozó una amarga sonrisa y respiró hondo. "Ya me he decidido, Philip", contestó firmemente.
A la tarde siguiente, el mayordomo aún no había recibido una llamada de Debbie. Esperaba que ella se arrepintiera de su precipitada decisión, o al menos que agregara algunas condiciones al acuerdo. Sin embargo, no lo hizo.
Resignado, Philip sacó su celular y marcó un número. "Señor Hilton, hay un documento que necesita su firma", anunció apenas la llamada se conectó.
"¿Qué tipo de documento?", preguntó Carlos con indiferencia.
Philip vaciló por un momento antes de responder. "Un acuerdo de divorcio".
Carlos, que estaba revisando unos papeles en su oficina, se puso rígido.
Fue entonces cuando recordó que tenía una esposa.
Como Phillip no recibió respuesta del otro lado de la línea, sugirió: "¿Por qué no habla con la señora Hilton al respecto?".
"¿Cuánto quiere ella?", preguntó Carlos fríamente.
"Nada. Incluso planea renunciar a su parte de la propiedad mutua".
"¿Quiere renunciar a todo?".
"Así es. Pero, señor Hilton, me gustaría recordarle que su padre no goza de buena salud en este momento. Si se entera de esto, volverá a perder los estribos. Es más, si se difunde la noticia de que su mujer lo ha abandonado, me temo que dejará un mal impacto en usted y en la empresa", concluyó el mayordomo con tranquilidad.