AUDREY
Tengo al mejor jefe y el mejor trabajo del mundo. Aunque muchos me digan que ser secretaria no es la gran cosa del mundo, para mí si lo es.
Mi madre lleva años criticando mi empleo, y no es porque menos precie lo que hago, sabe que soy buena, sino porque ella deseaba que yo obtuviera un puesto más alto. Pero mi padre siempre me apoya y me da la fuerza que necesito para poder seguir adelante.
Mis padres son los mejores, jamás me he quejado de ellos, los adoro como son y aunque Ronny no sea mi padre biológico, para mí es como si lo fuera. Se casó con mi madre cuando tenía ocho años, desde entonces es el único hombre que he conservado en mi vida.
Y es que él se había sabido ganar mi corazón, con solo amar y cuidar de mi madre, con eso ya tenía mi respeto y mi cariño.
Cómo todas mis mañanas rutinarias, me levanto en cuanto suena mi alarma, me voy directo al baño y me aseó. Minutos después salgo y me visto rápido.
Falda negra entubada a las rodillas, camisa celeste de manga larga con botones, mi pequeño saco que hace juego con mi prenda de abajo. Tengo a elección muchísimos trajes para oficina, casi todo mi guardarropa está lleno de eso, cosa que detesta mi mejor amiga Nelly.
Termino de maquillarme y peinarme, una coleta alta y simple es el peinado perfecto para comenzar la semana. Salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina, tostó un poco de pan y mientras el agua de la cafetera se calienta.
Ni tiempo tengo de sentarme, muy apenas logro darle dos mordidas a mi pan tostado y un sorbo a mi café, cuando el timbre suena.
Me sacudo las migajas del pan mientras camino hacia la puerta y la abro.
—No me digas que todavía no estás lista —exclama mi Nelly mientras entra a mi apartamento.
—Lo estoy, solamente estaba desayunado algo rápido —digo, cerrando la puerta detrás de mí.
—Pan y café, por Dios, Audrey, ¿qué te he dicho del gluten y de la cafeína?
—Lo sé, lo sé, el gluten hará que mi trasero sea más enorme y la cafeína afectará mis horas de sueño, y eso sin contar todas las calorías por la azúcar y la crema —giro los ojos cansada del mismo argumento —Solo es una taza de café, no es como si me fuera a quitar el sueño para toda la vida y vaya a engordar cincuenta kilos.
—Sueles tomarlo cada mañana y sé que también lo haces por las noches cuando traes trabajo a casa.
Suspiro exasperada.
—Estás peor que mi madre —replico —¿Has venido por mí o has venido a regañarme?
—Nunca dejaré de hacerlo hasta que entiendas —afirma —Bueno, si ya estás lista hay que irnos, porque debemos pasar primero por algo que si nos sirva y nos nutra.
Nuevamente, suspiro porque ya sé que significa eso. Tomo mi saco y mi bolso, y salimos de mi apartamento.
Veinte minutos hacemos a la cafetería, la cual queda a dos cuadras de la empresa donde trabajamos. Nelly me hace entrega de mi café descafeinado sin azúcar y crema, y de una galleta integral que no se ve nada apetecible, pero que me tendré que comer si quiero sobrevivir antes de medio día. Tampoco puedo ser descortés, sé que ella lo hace con buena intención. Así que acepto mi desayuno light con una sonrisa medio forzada.
Mi amiga está obsesionada con llevar una vida fitness, es bueno, lo sé, pero de vez en cuando tampoco tiene nada de malo comerse una hamburguesa o una rebanada de pizza. Aunque para ella sí lo es.
Con mi café en una mano y mi galleta en otra, caminamos hacia el edificio. El guardia de la entrada nos ayuda abriéndonos la puerta de cristal, tan amable como siempre.
Acompaño a Nelly a su puesto. Es una de las recepcionistas de la planta baja, el área central de todo el edificio.
—Te veo a la una en la cafetería, ¿o deseas que vayamos a Lord Breakfast?
Lord Breakfast es el restaurante más cerca que tenemos en el trabajo, habitualmente la mayoría de los empleados de aquí van a la hora de su descanso a ese lugar a comer, pues es lo más cercano que hay para alimentarse apropiadamente.
—Está bien como tú quieras.
Lo que sea que elegirá, al final iba a terminar comiendo una ensalada y si me iba bien, quizás un filete de pescado ahumado.