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La escena se desarrollaba en la suite presidencial.
Dos respiraciones se entrelazaban, alcanzando un punto álgido y finalmente terminando con dos suspiros de satisfacción suprema.
Catalina yacía con los ojos cerrados, con el rostro hundido en su mayor parte en la suave almohada.
Su respiración aún no se había calmado cuando la gran mano que descansaba bajo su clavícula se retiró, apartándole el cabello.
Su esbelto cuello quedó expuesto al aire y los besos cálidos y húmedos del hombre cayeron sobre él, haciendo que su cuerpo se estremeciera ligeramente.
El ambiente de la habitación se caldeó rápidamente de nuevo.
De repente, el celular sobre la mesita de noche vibró con un zumbido.
El aludido se detuvo, extendiendo su largo brazo para agarrar el teléfono.
Catalina abrió los ojos, aún velados por la bruma, incapaz de ver con claridad quién llamaba a Vicente antes de que el peso sobre su cuerpo se levantara de repente.
Tomó el teléfono y se dirigió al baño.
Cuando la puerta del baño se cerró, una voz suave que llamaba "Vicente" llegó claramente a los oídos de Catalina.
Al instante, el deseo en los ojos de Catalina desapareció por completo, reemplazado por la imagen de sus colegas susurrando, discutiendo rumores: "El señor Murphy se compromete".
Su corazón se sintió pesado y oprimido, haciendo que cada latido fuera laborioso.
Había sido su secretaria durante cinco años y su amante secreta durante tres.
Vicente rara vez la evitaba para contestar una llamada, y nunca lo había visto interrumpir su intimidad por una llamada sin contestar.
Pero, ahora, había una excepción.
Era evidente que la chica del teléfono ocupaba un lugar especial en el corazón de Vicente.
Y su absurda relación...
Del baño salió el sonido del agua corriendo.
Los ojos de Catalina se oscurecieron mientras enterraba en silencio sus sentimientos inusuales.
Podía ser una amante sin nombre, pero nunca destruiría el matrimonio de nadie ni se convertiría en la destructora de hogares que tanto despreciaba.
Cuando Vicente salió del baño, llevaba puesto un albornoz, con gotas de agua aún pegadas a su cabello.
Catalina ya estaba vestida y sentada en el sofá, revisando la agenda de Vicente en la laptop.
Su cabello caía en cascada sobre sus hombros y su cuello ligeramente abierto revelaba un cuello aún teñido de rosa y las sugerentes marcas parcialmente ocultas por el cuello de su camisa.
La mirada de Vicente se posó en esas marcas, mientras su nuez de Adán se movía y el deseo que acababa de reprimir volvía a surgir.
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