Prólogo
Julio, 2009
— ¿Estás seguro muchacho?
Sabía exactamente lo que aquel soldado de oficina estaba pensando mientras me recorría con la mirada de pies a cabeza.
Durante tres meses estuve escuchando lo mismo una y otra vez. El gesto de inseguridad y desconfianza que cada uno de los superiores y compañeros reclutas me dedicaban era, de alguna manera una señal silenciosa de que no creían que podía lograrlo. Pero si hay algo por lo que me siento orgulloso es de mi inteligencia y mi determinación.
Con una estatura de 1.72, contextura delgada, cabello rubio, ojos tan claros como el cielo. Además de pesar poco más de 70 kg, lo que me daba toda la pinta de un play boy, inicié mi camino en la milicia.
De los que estaban designados para realizar la evaluación grupal a mí y a 150 reclutas más, ninguno podía explicar el cómo es que pude pasar cada una de las pruebas, y eso que, antes de empezar escuche a algunos apostar contra mis capacidades.
Desde nadar, hacer flexiones, abdominales, hasta hacer dominadas y correr. No era un atleta nato como la gran mayoría de los presentes, pero trabaje mucho en mi condición física y no podía quedarme atrás a estas alturas. Algunos de los obstáculos me hicieron apretar el culo y casi me dejaron a un lado en reiteradas ocasiones. Se suponía que la distancia en natación es de 500 yardas y 1.5 millas corriendo, sin embargo tuve que completar dos veces ambos ejercicios debido a mi torpeza y el hecho de que ciertos superiores no querían que aprobara el examen inicial.
—Eh, niño pijo lo has hecho mal—. Un claro indicativo de que debía volver a la zona de salida.
Hubo muchos comentarios groseros, e incluso subidos de tono emitidos hacia mi persona, pero nada importaba, sobretodo porque, durante casi dos años sufrí de parte de uno de mis instructores el mismo trato y ya estaba más que curado al respecto.
Mi plan nunca fue enlistarme en el ejército, y a pesar de haber culminado una carrera junto a una especialidad y faltando un semestre para terminar otra que nada tenía que ver con la primera; no tenía idea de que hacer luego del instituto. Pero fue en una tarde mientras estaba en la biblioteca en busca de un libro de programación avanzada en la que me distraje con uno de los monitores que inconscientemente otro de los estudiantes había dejado encendido. No era mi intención el husmear dentro de las cosas que no son mías, pero por alguna razón, el escudo del país estampado en el fondo de la página principal me hizo interesarme. Era inexplicable el cómo pequeños detalles nos atrapaban.
Tanto fue el interés que despertó en mí, que acabe sentado durante una hora frente al ordenador contiguo teniendo acceso a la misma página y rellenando una forma de ingreso para la milicia.
Para el final del día ya había tomado mi decisión, pero también tenía en claro una cosa.
Mis padres no tendrían el control sobre mí nunca más. Ellos eran los típicos "forrados" que de forrados no tenían nada, que presumían el dinero que no les pertenecía aquí y allá, y yo, fui el pobre desgraciado que cayó en sus garras. Lo único propio que tenían era ese maldito vicio.
¿Alguna vez han oído hablar de la ludopatía?
Con un IQ de 169 era el "orgullo" de los señores Hunter. Pero lo cierto era que ganaban dinero a costa de mi esfuerzo haciéndome viajar a diferentes estados, incluso países para participar de diversos concursos y así poder ganar dinero para alimentar su vicio. Pero ya me había hartado de todo el rollo de chico estudioso y friki. Me gradué a los 16 de la universidad y por alguna razón me permitieron comenzar mi entrenamiento aun sin tener la mayoría de edad al mismo tiempo que cursaba una segunda carrera.
-Totalmente seguro señor - digo firmemente.
Me da un último vistazo y procede a guardar el formulario.
Julio, 2015
Era increíble lo rápido que pasó el tiempo. Trece meses después de haberme inscrito obtuve mi SEAL TRIDENT e inmediatamente me asignaron a un equipo para hacer nuestro primer despliegue, fueron 55 semanas infernales, pero al desplegarnos supe que todo no estaba sino empezando. Tiempo después, teniendo buenas recomendaciones me enliste en operaciones antiterroristas, el resto es información confidencial. Cumplí con 7 de los 10 servicios correspondientes para poder participar en el proyecto Faith.
Según tenía entendido la milicia era estricta respecto a las normas y participaciones en los proyectos, pero tal parecía que se estaban quedando sin personal de prueba y aquellos que éramos reclutados ignorábamos el porqué.
-Soldado de prueba 12847, ¿correcto?
-Si señora- ¿no les dije? Estoy en uno de los laboratorios del ejército, el cual por obvias razones no puedo revelar su ubicación, numero de base, ni función, bajo ninguna circunstancia; a punto de comenzar con mi participación en el proyecto. Era todo lo contrario a lo que he escuchado de los otros soldados, recibí un excelente trato de parte de la encargada de dirigir mi caso. Una mujer de unos 30 años muy dulce pero firme a la vez. Me agrada, incluso me habló de su pareja, una chica algunos años menor que ella.