“Toda reina es una mujer, pero no toda mujer es una reina”
-Mehmet Murat Ildan
“Las iras de los amantes suelen parar en maldiciones”
- Anónimo
“Los diamantes se encuentran sólo en la oscuridad de la tierra y la verdad en la oscuridad de la mente”
- Víctor Hugo
- ¡Eres una maldita! ¡Te odio! ¡Te odio, Alanis! ¿Por qué?
- ¡Cállate y escúchame, Kristen! ¡En realidad te hice un favor! ¡Peter Barthes es un estafador! ¡No te iba a traer nada bueno! ¡Te estaba utilizando para lle-gar a mí!
- ¿Porque tú sí eres la que se va a convertir en la reina del consorcio? – gritó Kristen con dolor.
Una bofetada cruzó la cara de Kristen. Alanis la mi-ró con una rabia casi asesina.
- Yo no tengo la culpa de que nuestros padres me hayan concebido a mí primero. Bien sabes que detesto ser la hermana mayor. Por mí, tú podrías ser la próxima reina de Sudáfrica.
- No tenías porqué engatusarlo…
- ¿Me hubieras creído que no te amaba si no lo hubiera hecho?
- ¡No!
- ¿Entonces? – Alanis encendió un cigarro en la estancia donde se encontraban las dos hermanas después de que Naima, la guardaespaldas personal de Alanis, se hiciera cargo de sacar a Peter Barthes de la mansión Vanter.
- Eres tan… - Kristen quería sacar su coraje, pe-ro Alanis la contuvo.
- Guárdate tus groserías. A quien deberías odiar es a Peter Barthes. Deberemos decirle mañana tem-prano a Devon que limpie tu desorden y se deshaga de cualquier foto donde salgas con ese truhán.
- ¿Es que quién demonios te crees que eres? – replicó Kristen mientras veía a su hermana inhalar el humo de su cigarro. – Eres fría, dura, altanera, no tienes entrañas ni corazón… ni siquiera para mí que soy tu hermana.
- Tienes razón. No los tengo… y no los necesi-to. Deberías aprender algo de mí.
- ¿Para convertirme en la perra maldita que eres?
- Quizás.
- ¿Johari? – Naima tocó a la puerta de la habita-ción de Alanis.
- Entra. Y sabes que detesto que me llames “johari”. No soy tu joyita. ¿Te deshiciste de Barthes?
- Barthes no te molestará ni a ti ni a tu hermana en mucho mucho tiempo…
- Bien.
- ¿Kristen no lo tomó bien, verdad?
- No me importa como lo tome. Ese tipo estaba jugando con ella y punto. Tenía que interferir.
- ¿Y cuántas veces más vas a seguir interfiriendo en todo a lo que respecta al amor o al cariño, “joha-ri”?
- ¡Que no me llames así! Y tú ya sabes muy bien que en esta casa no hay ni cariñitos, ni amor, ni nada de eso…
- Yo te quiero…
- Tú quieres a todas, Naima y te tengo como mi guardaespaldas porque eres buena con tus músculos y las navajas. Nada más.
- Cuando me contrataste, recién la muerte de tus padres, pensé que eras así por el duelo que les guar-dabas. Pero ahora, cada vez que pasan los años, me doy cuenta que no es así. Te faltan seis meses para cumplir la mayoría de edad y heredar el consorcio y te comportas como una mujer…