Daniel Busch consultó su reloj por tercera vez, la ansiedad y la anticipación lo carcomían. Estaba a punto de reunirse con su antigua rival comercial y para colmo su ex amante, Karen Hastings; ella lo citó para una reunión importante.
La última vez que hablaron fue en una conferencia en Nueva York y no terminó bien. Ahora, se reunían en un elegante restaurante en el corazón de la ciudad de Barcelona, y él no estaba deseando que llegara, sabía que ella traía algo entre manos.
Al entrar al restaurante, lo recibió el aroma de una comida deliciosa, el tintineo de vasos y el sonido de una hermosa melodía de piano de fondo. La anfitriona lo dirigió a una mesa cerca de la ventana, desde donde podía ver la bulliciosa calle afuera. Daniel se sentó y esperó a Karen Hastings, su mente rebosante de pensamientos del pasado y del presente.
De repente, notó que una mujer joven se acercaba a su mesa. Era menuda y hermosa, con cabello largo y rizado y una cálida sonrisa.
—Buenas noches, señor. Mi nombre es Ava López y seré su servidora esta noche. ¿Puedo empezar con algo de beber? —ella preguntó.
Daniel quedó momentáneamente desconcertado por su belleza, pero rápidamente se compuso.
—Uh, sí, por favor. Una copa de vino tinto —respondió, tratando de mantener la calma.
La chica asintió y anotó su pedido, pero cuando se dio la vuelta para irse, Daniel notó sus manos temblorosas y un dejo de desesperación en sus ojos. No pudo evitar sentir una punzada de simpatía que rayaba en la atracción por ella.
Mientras esperaba su bebida, notó que Karen entraba al restaurante, ataviada con un impresionante vestido negro y tacones que acentuaban sus curvas. Observó mientras ella se acercaba a su mesa, sus ojos encontrándose con los suyos.
—Dani, es bueno verte de nuevo —dijo con voz sensual, tomando asiento frente a él.
—Karen —respondió, su voz carente de entusiasmo—. Vamos directamente al grano, ¿de acuerdo?
—Pero qué brusco... Pensé que te daría algo de gusto verme, aunque sea por los viejos tiempos —dijo con su voz sensual.
Daniel elevó una ceja, no queriendo recordar aquellos tiempos.
—¿Qué te parece si hablamos de negocios? —sugirió y Karen reía de modo descarado.
Mientras profundizaban en los detalles de su encuentro, Daniel se distrajo con la presencia de Ava.
No podía evitar mirarla de vez en cuando, intrigado por su belleza y curioso por su historia.
La notó luchando con un grupo de clientes rebeldes en una mesa cercana, y no pudo evitar sentirse protector con ella.
En medio de su discusión, Karen se inclinó más cerca, sus labios casi tocando la oreja de Daniel.
—Sé que todavía sientes algo por mí, Daniel. Olvidémonos de los negocios por un momento y revivamos lo que alguna vez tuvimos —susurró seductoramente.
Él, por inercia retrocedió ante sus palabras, sintiendo una mezcla de ira y repugnancia, ella había prometido otro tipo de plática y más sabiendo el embrollo financiero en el que estaba.
—Karen, estamos aquí para hablar de negocios. Nada más, nada menos. Nunca vuelvas a mencionar eso. Te lo advertí antes de acordar la cita —respondió con severidad y ella esbozó un puchero rebelde.
—Bien... Entonces queda claro que no quieres hacer tratos conmigo. Ojalá que tu empresa se hunda ya, sabes que no te queda bien andar con rebeldías. Que disfrutes tu bancarrota —espetó, levantándose bruscamente—. Buenas noches.
Cuando la reunión llegó a su fin, Daniel notó que Ava luchaba con una bandeja llena de platos, tratando de abrirse camino a través del restaurante lleno de gente. Se levantó de su asiento y se acercó a la joven que le había robado la atención.
—Déjame ayudarte con eso —se ofreció, tomando la bandeja de sus manos.
Ava sonrió agradecida y Daniel no pudo evitar sentir una sensación de calidez y felicidad en su sonrisa. Pero no... Creía haberse deshecho de aquellas cursilerías de cupido, esto no podía estarle pasando otra vez, una parte de él no se lo perdonaría, pero en definitiva, vaya que se dejó llevar por lo que esa joven provocaba en él.
Daniel decidió esperar a que aquella chica terminara su jornada y para mientras pidió un entremés más, no podía quitar sus ojos de encima de Ava, mientras ella servía a los clientes en el restaurante.
Cada vez que ella se acercaba a su mesa, su corazón latía más rápido y su mente se quedó en blanco.
Finalmente, llegó el momento de que Ava se acercara a su mesa para entregarle la cuenta.
Daniel aprovechó la oportunidad para preguntarle acerca de ella.
—¿Y tú? ¿Trabajas aquí a tiempo completo? —preguntó Daniel con una sonrisa de oreja a oreja.