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El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Los Mellizos del CEO
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El regreso de la esposa no deseada
Alister Crowley, el mejor psiquiatra de Castlebrook, especialista en traumas de Marines, militares, agentes federales, pero desde hace 7 años que ha sido el mejor y más eficiente psiquiatra del Manicomio Smile, el Manicomio de los psicópatas, asesinos, homicidas, suicidas y toda clase de criminal loco.
Es el mejor en su trabajo porque se empeña en la mente de las personas, no es ser amable y regalar sonrisas amistosas, al menos no a quien se las merece. Alister Crowley, es egoísta, arrogante, un verdadero hijo de puta, pero es eso lo que lo hace el mejor en su trabajo. Al estar cada día con personas de mentes retorcidas que se han comido a sus hijos, tú mente no debe ser un paraíso donde haya unicornios rosas, debe estar igual o peor qué la de ellos.
Justo ahora está tomando el cabello de una enfermera que está de rodillas frente a él, está embistiendo su boca con su miembro duro, el maquillaje de la chica está corrido, sus lágrimas y el color rojizo adornan su rostro mientras su garganta emite arcadas por la profundidad en la que llega el grueso y grande miembro del psiquiatra.
Los gruñidos de Alister pueden escucharse en su oficina, toda su sangre se siente como fuego caliente que se centra en su miembro. Una mamada no es suficiente para calmar el fuego en su interior, pero al menos aminora la sensación de lava ardiente en su sangre. Toda la tensión se acumula en su miembro, aferra sus manos al cabello desordenado de la chica, obligándola a que se trague todo semen. Cuando derrama la última gota, suspira aliviado y con una sonrisa de satisfacción.
Suelta a la chica y se hace a un lado, la mira hecha un desastre mientras trata de recuperar el aliento y la compostura. Alister se ha subido el pantalón y limpiado el sudor de su frente, toma un pañuelo y se lo entrega a la chica para que se limpie.
Se sienta sobre su silla, soltando un fuerte suspiro, saca una cajetilla de cigarros, lleva uno a sus labios y lo enciende. Ni siquiera recuerda el nombre de la enfermera. Hay tantas en ese lugar y cada día es la misma situación, más de una se fija en él y hace su acercamiento, como puede ser su día de suerte como puede no serlo.
— Entra al baño, estás hecha un desastre – dijo sin interés, soltando el humo del cigarro.
— Está prohibido fumar – dijo la chica mientras se dirigía al baño de su oficina.
— Está prohibido chupársela al personal médico.
La chica no dijo nada, solo hizo una mueca molesta antes de encerrarse en el baño.
Alister miró el reloj, tiene una reunión en 10 minutos. El Manicomio Smile, ha sido un pilar de fuerza en ese siglo, han extraditado a los locos psicópatas desde otro país a ese Manicomio porque es el mejor. Saben quién es él, su buena reputación como psiquiatra ha ganado demasiados reconocimientos de los cuales está orgulloso y saber que el puesto de Director ejecutivo, es decir, el dueño y jefe de todo el Smile está por ser liberado, hace que el fuego en su interior incremente. Necesita ese puesto, el poder que obtendría al tener el Smile en sus manos.
Pero claro, sabe que Henry Miller también quiere el puesto, otro psiquiatra que ha querido opacar su desempeño, claramente no es tan bueno como él y aunque quiera pelear el puesto, ganará sin dudarlo.
La enfermera salió del baño, como nueva. Fue entonces que miró su nombre bordado en su blusa blanca, María T., bueno al menos ya sabe como se llama.
— Quiero que organices mis citas de mañana – ordenó, tirando la colilla del cigarro.
— Está bien – lo miró. Esperaba algo más, como todas. – Oye, estaba pensando en que podríamos ir a tomar algo saliendo de aquí y…
— No salgo con el personal que trabaja para mí – dijo, tomando su bata.
— Pero creí que…
— Si te basas en creencias deberías medicarte, más de uno de los que están aquí creen cosas – le sonrió. – Haz lo que te pedí y lo quiero bien.
Dejándole la palabra en la boca, salió de su oficina.
Caminando por los pasillos, con su bata blanca y su nombre Doctor Crowley bordado con hilo azul relucían. El porte del psiquiatra intimida a cualquiera, pero era eso lo que atraía a todas las mujeres.
Cuando llegó al último piso, fue directamente a la puerta de la sala de reuniones, no se molestó en tocar, solo empujó la puerta y entró, llamando la atención de todos. Tomó lugar justo en medio, empujó sus lentes sobre el puente de su nariz y los miró.
— Bienvenido Doctor Crowley.
Solo hizo un asentimiento con la cabeza. Henry lo miró desde el otro lado de la mesa, odiaba a Crowley y lo odiaba más porque sabía que era mucho mejor en su trabajo que él mismo.
Mientras los reactores decían los buenos avances que habían tenido, las sentencias acortadas de algunos de los pacientes y demás cosas. Crowley levantó la vista a la ventana que había ahí, pudo ver un cuervo negro rondando la zona, se le dibujo una pequeña sonrisa al saber de quien se trataba.
— Pasemos al tema que les interesa a todos – Alister apartó la mirada del cuervo para ver al reactor. – El puesto de Junot Andersson pronto quedará libre por su jubilación, es aquí donde se hace la elección para el siguiente Director en Jefe del Smile.
Henry se acomodó en su lugar, entrelazo sus dedos sobre la mesa y puso atención a lo que el reactor diría. En cambio Alister se mantenía de brazos cruzados, sin mostrar mucho interés.
— Aquí tenemos a dos buenos candidatos, Henry Miller, un psiquiatra que ha logrado reducir condenas y que los pacientes controlen sus impulsos – Henry sonrió orgulloso. – Y claro, tenemos a Alister Crowley, el mejor psiquiatra en traumas severos, experto en mentes retorcidas, ha logrado la liberación de tres pacientes sin ninguna recaída hasta el momento. Sin mencionar que el Doctor Crowley nos ha apoyado de todas las formas, ha hecho del Manicomio un buen lugar en todos los sentidos.
Alister sonrió de lado, fijando su mirada en Henry.
— La tenemos complicada – dijo la psiquiatra de niños. – Pero todos sabemos que Crowley es el mejor.
— Lo dices porque te lo follas – dijo Henry molesto.
Alister sonrió divertido, soltó un suspiro y lo miró.
— Hagamos esto como se debe, con la campaña y el apoyo – dijo Henry. – No por comprar a la mayoría con sexo y dinero.
— ¿Algo que decir Crowley? Has estado callado – dijo el reactor.
— Apoyo lo que Henry dijo, la campaña y el apoyo de la comunidad es lo importante, no importa cómo lo hagamos – sonrió divertido. – A final de cuentas, por más que tenga el apoyo de todos aquí sentados, la decisión final la da el Ministro Conway, es a él a quien debes ganarte Miller.
— Hablas como si ya fuera seguro que ganaras – dijo Henry. – ¿Te vas a coger a Conway?
— Tu hijastro ya se coge a su hija – se relamió los labios sin apartar su oscura mirada de Miller. – Ahorra tus palabras, no te conviene hablar aún – le dio un guiño y Miller se quedó callado.
— La decisión final será en tres meses, que es cuando Junot se retira y Conway vendrá, que gane el mejor.
Alister volvió la mirada a la ventana, el cuervo ya no estaba.
Se levantó y salió de la sala de reuniones.
— Tienes más que ganado el puesto – dijo Amanda, la encargada de los niños psicópatas. – Tienes mi apoyo, lo sabes – sonrió, apretando su gran brazo.
— La campaña será divertida – dijo Jack con una sonrisa. – Ten en cuenta que Miller jugará el papel de esposo y padre amoroso, ya tiene puntos a su favor gracias a eso. Conway aprecia mucho a los hombres que son responsables de su familia.
— ¿Tú de qué lado estás, Jack? – dijo Amanda.
— De Ali, claro – le sonrió. – Pero no niego que esto será divertido, Miller sacará a la luz todos tus trapitos sucios.
— No oculto nada —- se encogió de hombros. – En cambio, dime qué tanto afectará cuando se sepa que Sara Murdock es su hija – sonrió mirándolos. – Jack está en lo correcto, la campaña será divertida.
Salió del ascensor y se fue a su oficina.
Reviso sus citas ordenadas por María, apago su computadora y comenzó a guardar sus cosas. Se quitó su bata y la dejó colgada en su oficina. Salió del Manicomio, dirigiendose a su Impala 67 color negro, el único buen regalo de su padre. Puso sus cosas en el asiento de atrás, cuando escuchó el graznido de un cuervo seguido de un aleteo, se dio vuelta y miró a una mujer de cabello negro, ojos verdes y una gran sonrisa.
— ¿Cuándo llegaste? — dijo Alister recargado de su auto.
— Ayer en la noche — el sonido de sus tacones acercarse hizo que Alister sonriera. — De hecho te vi, llegué minutos después de que te fueras de casa de mi hermano.
Alister percibió su fragancia a rosas, estaba frente suyo, podía mirar a la perfección su escote y su perfecta figura. Sus manos tomaron la cintura de la morena, atrayéndola a su cuerpo.
— ¿Qué opinas de lo que escuchaste en la reunión? – preguntó, metiendo sus manos bajo su blusa.
— Sabes bien que tienes ganado ese lugar y sino me encargare de hacer tuyo ese lugar, matare a Henry por ti – acaricio su mejilla y Alister sonrió.
— Henry me sirve vivo – sonrió mirando sus ojos verdes. — ¿Te quedaras?
— Lo suficiente.
Alister puso su mano en la nuca de la morena y la besó. Un fogoso y candente beso. Sentía como su miembro volvía a ponerse duro y como el fuego en su interior incrementaba. Suspiro separándose de ella, acariciando su mentón, le sonrió.
— Sube al auto.
Alister encendió el auto y puso la radio, comenzó a sonar Guns and roses, su grupo favorito.
— Dime ¿qué tienen tú y esa enfermera?
— ¿Ahora me espías? – dijo mirándola.
— Quería saber que hacías y pase por tu oficina cuando vi a esa tipa de rodillas.
— Sabes que debo calmar el fuego con algo – sonrió de lado.