Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
El regreso de la heredera adorada
Vuelve conmigo, amor mío
La segunda oportunidad en el amor
Enamorarme de ella después del divorcio
Tener hijo con mi mejor amigo
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Atraído por mi mujer de mil caras
Jana Wen soltó un quejido mientras la luz del sol le daba en el rostro. Sabía que tenía que levantarse de la cama, pero su cuerpo no estaba de acuerdo. Se sentía agotada a pesar de lo mucho que había dormido.
Cuando puso atención a su entorno, escuchó la voz de un hombre. Al escuchar con más atención, se dio cuenta de que él estaba hablando por teléfono, y por lo que pudo captar, parecía que estaba a punto de irse. Se frotó los ojos tratando de convencerse de salir de la cama, y volvió a quejarse cuando por fin se levantó y se giró hacia la puerta de la habitación.
"Zed Qi...", susurró Jana Wen al ver a aquel hombre. Con sólo una sábana cubriendo su cuerpo, se quedó parada junto a la puerta. Golpeteó el suelo con uno de sus pies descalzos y le sonrió tímidamente al hombre mientras esperaba a que él terminara de hablar.
"Está bien, hablaremos más tarde en la compañía", terminó él bruscamente la conversación. Un pitido se dejó escuchar cuando la llamada se desconectó, y entonces él se volvió para mirar a la mujer que estaba junto a la puerta.
Los ojos de Zed Qi recorrieron lentamente el cuerpo de Jana, cuya piel pálida contrastaba de manera sutil con el color de la sábana. Le gustaba especialmente la manera en que su cabello revuelto se sumaba a su gran atractivo, pensando que Jana se veía aún más hermosa y encantadora a la luz de la mañana.
"Estoy esperando", dijo él despreocupadamente. Parecía un poco impaciente.
Jana se rió entre dientes, "La propiedad en los suburbios, ¿si podrías...?".
"¡De ninguna manera!", su reacción fue inmediata. Ni siquiera la dejó terminar su petición.
Ella se sorprendió un poco por esa reacción. Lentamente, caminó hacia él y le dijo: "No creo que estés muy seguro de que esa propiedad tenga potencial. Además, ya eres bastante rico. ¿Por qué te aferras a ella?".
El hombre frunció el ceño, y sus ojos profundos eran de una frialdad aterradora. En voz baja y grave dijo, "Sra. Qi, por favor ten cuidado con lo que dices. Esa propiedad es mía, además, ¿sabes cómo pides favores?".
Jana apretó los puños. A pesar de que su tono arrogante y desdeñoso la disgustaba, se obligó a sonreír de manera tentadora. ¡Necesitaba que él aceptara su petición!
"La acabas de recibir ayer...", murmuró ella suavemente.
Él no pareció haber oído su comentario. Se acomodó la camisa antes de agarrar su abrigo, y luego se dio la vuelta para irse.
Determinada a salirse con la suya, Jana lo alcanzó y lo tomó del brazo. Luego miró a su esposo con su expresión más encantadora y le suplicó: "Por favor, hazme ese favor. Sé que eres un hombre muy generoso. Prométeme que le cederás esa propiedad a la familia Wen. Prométemelo, ¿de acuerdo? Prométemelo...".
Zed se sacudió de encima las manos de la mujer. Molesto por su perenne insistencia, le dirigió una mirada severa y extremadamente fría: "¡No!".
"¡Tú!", Jana se enfureció. No podía entender el porqué de su terquedad. Ya no le era posible ocultar su frustración, puesto que ya había intentado varias estratagemas para convencerlo, y en cada ocasión había fracasado.
Sin agregar otra palabra, Zed salió de la habitación.
Como Jana no estaba vestida apropiadamente, no lo siguió. En vez de ello, respiró hondo varias veces y regresó a la habitación.
Una vez en el armario, escogió la ropa que iba a ponerse. Mientras estaba de pie frente al espejo, no pudo evitar maldecir, "Eres un idiota, Zed. Me esforcé demasiado. ¡Incluso dormí contigo anoche! No puedo creer que ni siquiera hayas considerado mi petición. ¡Vamos a ver cómo te sentirías si la situación se invirtiera!".
Cuando ella levantó la pierna para meterse en sus pantalones, sintió un dolor repentino entre los muslos. Los recuerdos de la noche anterior la inundaron y maldijo al hombre una vez más.
De repente, vio que una mano larga y fina sosteniendo un vestido apareció frente a ella.
Se volvió con una mirada asustada. Había estado maldiciendo a su marido, y ahora él estaba parado justo detrás de ella, mirándola con curiosidad.
"¿Podrías repetir lo que acabas de decir?". La cara de Zed se oscureció y apareció en ella una sonrisa sardónica.
'¡Pero sí lo vi irse! ¿O no lo hice? ¿Cómo es que volvió tan pronto? ¿Y ahora qué hago?', se preguntó ella. Se encontraba en un callejón sin salida. ¿Ahora cómo podría justificar todas las cosas que acababa de decir?
Para complacerlo, ella usualmente se comportaba decentemente y con elegancia frente a él. 'Supongo que escuchó todo lo que dije. Seguramente ahora se negará con más firmeza a ayudarme con esa propiedad. Oh, todo ha terminado'.