Una cena estupenda Jorge. Exclamaba sonoramente Frederic Dixson el dueño de uno de los Bancos más prestigiosos e importantes de Atlanta.
—Las cenas que organizas los sábados son maravillosas, Emily.
Megan observaba detenidamente el hombre que halagaba a sus padres con tanto entusiasmo, era un caballero de unos sesenta años bastante conservado para su edad, sin embargo estaba pasado de peso. Su bigote y cabello eran tan blancos como la nieve, siempre usaba traje para cada cena que organizaba Emily. O bueno, la mayoría de las veces que Megan tenía que estar presente en las comidas que preparaban sus padres para sus invitados, dentro de las cuales el señor Dixon era uno de los invitados más frecuentes que tenían sus progenitores.
Este, como cada otro sábado se presentaba muy puntual con su único hijo Gerald, que para pesar de Megan ambas familias trataban de emparejarlos a como dé lugar, pero ella no estaba dispuesta a sucumbir a la voluntad de su padre.
No es que Gerald fuera un mal partido, pero no era el tipo de hombre que ella esperara para sí. Era guapo no podía negarlo, rubio de ojos azules, porte elegante y para muchas otras mujeres era muy rico, pero para Megan solo era otro niño mimado de papa que con chasquear los dedos conseguía todo lo que quería.
El por su parte intentaba ser sociable con ella, pero este solo hablaba de temas aburridos y poco atractivos para oídos de esta, el golf y el banco de su padre no eran conversaciones de las que una mujer sintiera alguna emoción, era un hombre atractivo pero aburrido.
Estaba harta de estar allí actuando como si todo aquello fuese de lo más normal para ella, todo de lo que decían carecía de sentido simplemente eran palabras superficiales, alardeando de quien poseía más bienes o dinero.
—Quieres mostrar una mejor cara hija por favor. Le susurro su madre al oído mostrando una radiante sonrisa a sus invitados.
—¡Esta es mi mejor cara madre!
—Compórtate querida. La mirada de desaprobación de la mujer estaba más que clara.
—¡Claro como digas! Respondió sonriendo a los presentes.
—¡Oh, Jorge! tu hija cada día está más guapa, igual que su madre.
El banquero expreso sonrojado. Con sus grandes pómulos, que le achicaban los ojos.
—Frederic por favor. Respondió la madre de Megan avergonzada.
—Por cierto Gerald, deberías invitar a Megan a salir. No lo sé, tal vez llevarla a ver unos de tus partidos del golf así le demuestras que tan bueno eres. Le animo Jorge al muchacho.
—Es cierto hijo, ¿por qué no la has invitado aun? que no te de vergüenza muchacho, Jorge y Emily te dan su consentimiento.
Parecía que ella estuviera pintada en la pared, no contaba su opinión. Que podían saber ellos si ella quería salir con Gerald o no. Lo último que quería era tener acompañar a ese chico a sus aburridos partidos y lo peor era tener que mezclarse con sus amistades que no eran para nada amistosos, ya que suelen ser de las personas que si no estás en su círculo social no serás bien recibido y Megan odiaba eso.
—¡Claro que si lo haré padre! Volteo a ver a la rubia a su lado. –Megan te pido disculpas por no tomarte en cuenta y no invitarte a ver mis partidos, este jueves tengo un juego importante y me encantaría que me acompañaras, ¿Qué me dices?
Nada le encantaría más que decirle “No” aquel hombre tan superficial, pero por su bien y para no tener más problemas con sus padres tenía que aceptar aquella propuesta y asistir al tedioso partido, desde luego.
—Claro seguro que será muy divertido Gerald. Dedicándole una de sus tan comunes sonrisas forzadas, odiaba ser una hipócrita pero era mejor eso a tener que discutir con sus padres por desear tomar sus propias decisiones.
—Fantástico, te recogeré por la tarde te prometo que no te aburrirás.
Ya estaba aburrida de solo pensar pasar una tarde en ese club viéndolo jugar al golf.
—¡Está bien no hay problema Gerald! Por mí que se te pinche una rueda, fantaseo.
—Ya está, y de esa manera ustedes dos se conocerán mucho mejor. Exclamo el padre de Gerald muy contento porque su hijo iba a salir con la hija de un banquero muy acaudalado y de buena familia.