Obligada a amarlo

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Soy Karla Domínguez, una chica lista, no soy fácil de doblegar a algo que no me gusta, cuando digo “no” es “no”.

Mi vida no ha sido fácil, nací pobre donde se lucha cada día por sobrevivir.

Cumplí mis 18 años en diciembre, ya soy mayor de edad y quiero superarme como persona, también por mi madre, porque no soporto verla pasar por esta miseria de mierda.

Mi padre que en paz descanse murió hace 4 años, (mi pobre papá luchaba día a día para darnos una vida mejor, vendiendo productos en las calles), desde entonces mi madre se ha quedado viuda y sola, teniendo que trabajar duramente para sus hijos.

Tenemos rentado un pequeño departamento, donde vivo con ella y dos hermanos menores, Manuel y Víctor; quienes tienen 17 y 15 años, ellos aún están cursando el bachiller.

Es el año 2015, ya estamos en julio, he terminado el bachiller y me graduaré en unos meses.

Ahora estoy terminando de hacer los quehaceres del hogar, y me dispongo a hacer la cena.

Mi madre llega del trabajo a la hora de cenar, ella trabaja en una mansión de un millonario, eso es lo que sé por qué nunca he ido allá.

—Qué bueno, ya está lista la cena, lo que quiero es acostarme de tanto cansancio que tengo. —Dice mi madre a modo de queja, y tiene razón.

—¿Qué tal el día, mamá? ¿Muy pesado? —Le indago mientras organizo la mesa del comedor.

—Oh, sí, hija, se han ido dos trabajadoras de la mansión.

Ella se quita los zapatos de los pies y procede a lavarse las manos.

—Qué mal, ahora tienes que trabajar más. —Me detengo de cotejar los utensilios en la mesa y decido proponerle algo que tal vez a ella no le guste—. Quizás pueda ayudar e ir a trabajar allá contigo.

—No, jamás te dejaría ir a trabajar así lavando baños, quiero que tú estudies para que sea profesional en alguna carrera. —Responde tajantemente acercándose a la mesa.

—¿Eso qué tiene?, puedo trabajar y estudiar, mamá. —Le refuto.

Mi madre se sienta y luego lo hago yo.

—Harás otra cosa, hija, menos eso.