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Señorita Edwards, necesito que firme el consentimiento para la inseminación artificial, dijo el abogado mientras le presentaba el documento a Ariana Edwards.
Ariana apretó la pluma con fuerza. Sus nudillos se pusieron blancos mientras miraba fijamente el formulario de consentimiento.
La cirugía estaba programada para mañana y hoy era su boda.
El donante del esperma no era otro que Theodore Anderson, el hijo mayor de la acaudalada familia Anderson y también su prometido.
Pero el destino le había jugado una mala pasada. Theodore sufrió un terrible accidente de auto tres meses atrás y ahora estaba en coma, con pocas probabilidades de recuperarse. Su vida pendía de un hilo y nadie sabía cuánto tiempo le quedaba.
La familia Anderson, conocida por su obsesión con la sucesión y el legado, estaba desesperada por asegurar que la línea de sangre de Theodore continuara. Y su padre, Darian Anderson, se encargó de conseguirle una esposa. El esperma que Theodore había congelado años atrás iba a ser inseminado en el vientre de la novia antes de que él muriera.
Mientras Ariana miraba el formulario frente a ella, estaba pálida como un fantasma y sus ojos delataban un pánico que apenas podía contener.
Por favor, ¿puede darme un momento a solas para pensar? Necesito leerlo con calma, se dirigió al abogado, con la voz temblorosa por la emoción.
Tras unos segundos de silencio, él asintió y salió de la habitación.
En cuanto el abogado se fue, la habitación quedó en un silencio sepulcral y Ariana de inmediato puso el formulario sobre la mesa. Tenía que llamar a Jasper Anderson, su novio secreto, para pedirle ayuda.
El destino quiso que Jasper, el medio hermano de Theodore, fuera la mente maestra detrás de esta boda.
La vida de la joven se había puesto de cabeza tras la reciente muerte de su padre y por la crueldad de su madrastra, Glenda Edwards, quien la dejó sin nada, quitándole incluso las pertenencias de su difunta madre.
Justo cuando Ariana se sentía acorralada, Jasper se le acercó con una propuesta: ella fingiría casarse con Theodore y juntos encontrarían la manera de sabotear la cirugía. Después de la muerte de su hermanastro, Jasper se convertiría en el único heredero de la familia Anderson y, a cambio, le prometió casarse con ella y ayudarla a recuperar las cosas de su madre.
La chica, bajo su encanto, aceptó el plan al principio, pero conforme se acercaba la boda, se dio cuenta de que no podía seguir adelante.
Buscando desesperadamente el consuelo y el consejo de Jasper, Ariana intentó llamarlo, pero no contestó.
En un ataque de ansiedad, se escapó para buscarlo. Se quitó los tacones, los tomó en la mano y caminó por el pasillo, con el corazón latiéndole a mil por hora por el miedo y la anticipación.
Sus pasos se detuvieron de golpe al acercarse al último salón al final del pasillo.
Un ruido débil se escapaba por la puerta entreabierta: era el sonido de una risita que conocía muy bien.
A través de la rendija, escuchó una voz familiar: "Quédate un ratito más, Jasper. Ariana no tiene tiempo de buscarte ahora".
A la aludida se le hundió el corazón en el pecho y se acercó más a la puerta, espiando por la pequeña abertura. Entonces vio a Brielle Edwards, su media hermana, sentada a horcajadas sobre Jasper en el sofá, ambos semidesnudos.
Este habló con impaciencia mientras la apartaba para levantarse: "Tengo que vigilarla; me da miedo que se eche para atrás con la boda".
Pero Brielle, sin darle importancia, le dio un beso y replicó: "Ay, no te preocupes tanto, si ella siempre te hace caso. Además, tenemos las cosas de su mamá; no se atrevería a escaparse".
Sin perder un segundo, el hombre se volvió hacia ella y se inclinó para besarla. "Tienes razón. Gracias, mi amor. Me desharé de esa perra casada en cuanto termine el plan. Solo te quiero a ti...".
Ariana observó horrorizada cómo empezaban a tener sexo, sus gemidos y jadeos llenando la habitación.
La realidad de la situación le cayó como un balde de agua fría, dejándola mareada, luchando por mantener el equilibrio mientras retrocedía a trompicones.
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