Allí estaba Lorena, frente al computador con unas enormes ojeras, a su lado una taza de café a medio tomar y de fondo se escuchaba la canción del grupo Morat “Mi suerte”.
La joven dejó salir un suspiro y después estiró sus brazos mientras desplegaba una sonrisa.
—¡Por fin lo terminé! —soltó.
En aquel momento sonó la alarma que había puesto en su celular. Lorena voleó a su derecha donde reposaba el objeto vibrando y sonando como gallo al ver los primeros rayos de sol.
—¡Mierda! —soltó la joven al tomar el celular y quitar la alarma.
Rápidamente corrió a buscar su toalla en la habitación y para salir rumbo al baño. Aunque, se detuvo en seco al encontrar la puerta del baño cerrada y con seguro.
Comenzó a forcejear la manecilla de manera descontrolada y a dar golpes en la oscura madera.
—¡Sal, necesito bañarme, se me hará tarde!, ¡hoy tengo parcial! —gritó bastante desesperada.
Pero por más gritos que diera, quien estaba en el baño no tenía intenciones de salir. La gota que rebosó la copa, fue cuando escuchó una canción dentro del baño.
Lorena pegó su oreja derecha en la puerta para escuchar mejor.
—¡Flor, sal ya del maldito baño! —gritó bastante enojada.
—¡Deja de joder, estúpida! —escuchó del otro lado.
Lorena soltó un grito bastante encolerizada y le dio una patada a la puerta, aunque, se arrepintió de esto al sentir sus pequeños dedos palpitar del dolor. Comenzó a cojear mientras se dirigía escaleras abajo soltando el llanto.
.
La señora Camila terminaba de hacer el desayuno cuando escuchó el llanto de su hija menor.
Ahí estaba otra vez el mismo problema de todas las mañanas. La mujer respiró hondo para calmarse y no matar a sus dos hijas.
—¡Mami!, ¡Flor no quiere salir del baño y se me hará tarde para ir a clases, sabes que demoro una hora en llegar a la universidad en bus! —dijo Lorena detrás de la mujer.
La señora Durán volteó a ver a su hija con rostro serio.
—Dile a la señora Carmelina que te preste su baño, habían acordado eso, ¿no? —sugirió.
—¡¿Cómo voy a molestar a una anciana a las seis de la mañana?! —gritó la joven—, además, su esposo siempre me mira raro, se nota que ya está harto de que los moleste pidiéndoles prestado su baño a las seis de la mañana. ¡Ay! ¡Esta es la única casa que solo tiene un baño!
—¡Mira jovencita, nosotros somos pobres, no tenemos dinero para hacer un baño en cada cuarto, no somos tus amigos millonarios! —dejó salir un resoplido—, deja de molestarme o terminaré arrancando tu estúpida cabeza.
—¡Pero necesito bañarme! ¡No dormí en toda la noche por estar editando un video que seguramente no podré entregar si no me baño ahora!
—¡Entonces, lárgate sin bañar porque tu hermana no va a salir de ese baño por ahora, ya la conoces!
Lorena llevó una mano a su cabeza mientras soltaba un grito de rabia. Comenzó a salir de la cocina soltando el llanto y tirando cuanto objeto se encontraba en su camino.
El señor Durán estaba sentando en la sala intentando leer un libro cuando Lorena llegó a él.
—Papi, dile a Flor que salga del baño —suplicó.
—Ay, hija, sabes cómo es tu hermana, lo hace de maldad —dijo el hombre tratando de calmar a la chica—. Mira, báñate en el patio, tomas un balde con agua y te bañas allí.
—Ay, no… sabes que el vecino ese le encanta morbosear por la ventana —replicó la joven.
—Solo por hoy, para mañana, alcanzas el baño primero —explicó el hombre.
Y allí estaba Lorena, sacando agua de la alberca subterránea con un balde mientras balbuceaba groserías mientras pensaba en su hermana y en las mil formas en las que podría matarla.
Mientras se bañaba soplaba una fuerte brisa que la hacía temblar del frío.
—¡Pero ya verá, cuando la vea…! —dijo para sí Lorena.
.
Cristian dio un salto de su cama cuando escuchó que su celular comenzó a sonar. Quedó paralizado viendo la gran ventana frente a él como si allí hubiera algo interesante. Después, recordó que estaba entrando una llamada y buscó su celular entre las almohadas blancas.
—¡Ay, Lorena, ¿ahora qué pasó?! —gruñó.
—¡Necesito que vengas a recogerme, no llegaré a tiempo! —respondió la joven con voz afanosa.
—¡¿Y eso a mí qué?! ¡No soy tu chofer!
—¡Pero sí mi maldito novio! —la llamada se cortó en ese momento.
Cristian miró su celular fijamente con bastante impotencia y después lo aventó hacia la ventana frente a él.
—¡Esta idiota, ¿por quién me toma?! —gritó.
Lorena bajó rápidamente las escaleras que comunicaban el segundo piso de la casa de sus padres y corrió hacia la puerta principal. Al fondo se escuchaba el pitido de un auto, Cristian había llegado y no se encontraba de buen humor.
—Lorena, ¿no vas a desayunar? —preguntó su padre acercándose a ella.
—No, no tengo tiempo —respondió mientras abría la puerta.
Lorena al salir de la vivienda acomodó su bolso en sus brazos y corrió hacia el auto de Cristian. Abrió la puerta del copiloto y entró.
—Menos mal llegaste a tiempo —dijo la joven al ya estar sentada.
Cristian comenzó a manejar en silencio y Lorena sabía que había algo que no andaba bien.